¿De qué se trata?
Es el favor que te hacen las autoridades, cuando los invitas a ser comprehensivos con tu situación. Generalmente piden dinero a cambio, pero como el paro es de cuates, suplicas clemencia de su parte.

¿Cuándo lo aplicas?
Cuando te pasaste un alto a las 2 de la mañana, sabías que no venía nadie y de pronto… TUUUIUUUU. En la madre, la patrulla con el oficial colmilludo dispuesto a encajar su diente a como dé lugar. En ese momento, sacas tu lado más carismático y con un respetuosísimo “Hágame el paro oficial, tengo que llevar a mi novia a su casa” te sales con la tuya.

Los riesgos
Tienes de dos sopas.
Que el oficial (puede ser un burócrata también) se apiade de tí y te haga un favor. Probablemente lo hayas encontrado en su día de suerte y esté de buenas, con la cartera gordita.
Que te pida una mordida. Ahí viene el dilema moral de todos los mexicanos que queremos un país mejor. ¿Seguirle el juego o llevar un proceso engorroso y tardado al que probablemente le inviertas más tiempo y dinero del que pensabas. Por supuesto que lo más ético es tomar la segunda opción.