Quizá por las pasiones que desata, el Estadio Azteca se construyó cerca del Instituto de Cardiología, una antesala del infarto. Algo tiene este inmueble que transpira vértigo. La primera vez que se entra en él sus entrañas te provocan un mareo, la piel se hace chinita y te invade la energía de mil batallas. Este 29 de mayo cumple 50 años de ser uno de los estadios monumentales del mundo, para algunos, incluso, es el centro del universo. Su vida no tendría sentido sin lo vivido en este gigante de concreto. Aquí, la primera de 4 partes de un especial que preparamos para ti.

PRIMER TIEMPO: LA SELFIE DEL RECUERDO

Hay varios personajes fundamentales en su historia, pero sólo uno de los que lo vio nacer documentó el hecho en imágenes una vez por semana, de 1962 a 1966. Se trata del fotógrafo Rafael Castellanos, quien una mañana calurosa se encontró que en la colonia Santa Úrsula habían colocado un letrero que anunciaba la construcción del estadio más grande de la época. Cabrían 105 mil espectadores sentados porque aunque en el legendario Maracaná de Brasil había lugar para 200 mil personas, la mayoría tenía que estar de pie.

Pero el Azteca no tendría un nacimiento fácil. Los terrenos donde se levantaría eran un pedregal, restos de la erupción del Xitle. Los chicos de la zona pasaban las tardes jugando a la pelota hasta que un día llegaron cientos de trabajadores y máquinas excavadoras. «Taladraban para dejar unos enormes hoyos en la tierra, luego ponían toneles de dinamita y se aseguraban que todos despejaran el área. Retumbaba un ¡pum!, y todo salía volando, incluso víboras, cuyos y toda clase de animalillos que vivían en esos terrenos», nos cuenta Castellanos en el comedor de su casa por el rumbo de Aragón, mientras nos enseña y organiza cientos de fotografías en blanco y negro donde apenas y se ven los primeros trazos donde nacería uno de los íconos del futbol mundial.

El Estadio iba creciendo entre las pequeñas casas y los árboles como el esqueleto de un dinosaurio, justo en una zona que en la época sólo eran llanos y pastizales. Cercano a la Calzada de Tlalpan, era el inicio de las obras monumentales para el hombre del concreto, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, que junto a Rafael Mijares, diseñó el proyecto. «Supervisaban el estadio y a veces llegaban con varias personalidades, el entonces mandamás de la FIFA Sir Stanley Rous y hasta el mismísimo Presidente Adolfo López Mateos, que fue el que le vendió esos terrenos a Emilio Azcárraga Milmo».

El nombre del inmueble salió de un concurso. El ganador fue Antonio Vázquez Torres, quien mandó una carta desde León, Guanajuato. Además de bautizarlo como Estadio Azteca ganó dos asientos de platea por 99 años. «El día de la inauguración, el domingo 29 de mayo de 1966, yo fui el único fotógrafo que voló en helicóptero y tomó imágenes desde las alturas. Se veían los volcanes, el aire en esa época era muy limpio, todo fue una fiesta», recuerda Castellanos, entre sobres manila de todo tamaño de donde saca más y más fotos, un verdadero tesoro. De cada imagen saca una historia, una anécdota, se llena de una energía que parece inusual a sus 84 años, pareciera que está otra vez en el estadio como hace medio siglo.

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