¿De verdad fue sorpresa para alguien? Cuando mexicana anunció que estaba a punto de quebrar y que la gente que tenía boletos comprados podía decirle adiós a sus viajecillos, en realidad la cosa no era del todo novedosa. Después de todo, en México una compañía aérea truena una vez cada tanto. Y sí, los pilotos y las sobrecargos cobran, y cobran bien. Ahora Mexicana pone eso de pretexto; la realidad es que, si nos ponemos a discutir, no llegaremos a ningún lado. Pensemos en gente que, en muchos casos, pasa semanas lejos de su casa. ¿Cuánto dinero vale eso? En fin: lo cierto es que Mexicana va a tronar. Ya aseguraron que los vuelos ya concertados siguen en pie, pero justo hoy se cancelaron todos los que iban a Europa. Claro: los que ya pagaron recibirán su dinero de vuelta, aunque ahora, si se quieren ir de viaje, tendrán que comprar boletos nuevos, más caros. Y eso sí que no lo reembolsará nadie. Lo peor es que Mexicana era, hasta hace poco, una empresa que respetábamos: tenía una torre con forma de licuadora y todo. Ahora tronó. Si no podemos creer en las empresas y los empresarios y los pilotos y los que los culpan, ¿en quién podremos creer?

Cierto: de todos modos no creíamos en ellos.