Sergio Andrade

“Quién sabe quién es (Gloria Trevi), no existe en mi pasado”

Del balcón de la ruinosa casa de Tlalnepantla cuelgan unos hilos amarillos que alguna vez fueron tallos de plantas vivas. Damos unos golpes en la puerta. Abre un hombre de más de 100 kilos, de gorra y con un pants ceñido en rojo carmesí y negro que apretuja su gran vientre. «Sergio Andrade, mucho gusto», dice extendiéndonos una de las pequeñas e hinchadas manos que un país entero imaginó, entre colosales dosis de noticias, abusando de menores de edad.

La casa deshabitada de dos pisos en Viveros de la Loma -que regaló a su madre Justina hace 28 años- pronto podría caerse a pedazos, pero el músico compensa el sombrío escenario con vino blanco Marqués de Riscal, un racimo de enormes uvas y un montón de barras de granola. «Por favor, tomen lo que quieran», dice bajito.

De mirada huidiza, nos conduce a la diminuta sala donde en un rato ensayará su banda, Sergio Andrade y su Grupo, para una boda. En un ángulo hay bombos legüeros, congas y percusiones que inventó, como “shakers de semillas” (envases con arroz) o “garrafhidros” (garrafones semivacíos). A todo -piso, vidrios, sillones floridos, cortinas beige, un órgano de hace 30 años– le sobra polvo y olvido. «Las fotos se hacen donde prefieran», dice. Cuidadoso, procura que sus movimientos no tapen el lente de una cámara Logitech, enchufada a una PC portátil, que apostó sobre una mesita para que nos grabe en las cuatro horas de convivencia.

Andrade se sienta a su piano, se saca la gorra y, mientras las fotos inician, improvisa un vals que va degenerando en un aporreo ardoroso al teclado que vuelve a su melena en una detonación de pelos grises, a su mirada un frenesí sin brújula y a su respiración un jadeo enervado. «Ya», dice un minuto después y da tregua a las teclas víctimas de su castigo. Suda, jala aire y recupera como puede el aliento con la cara enrojecida.

Hace diez años y dos días fue detenido con Mary Boquitas y Gloria Trevi por la Interpol en Río de Janeiro ante el pedido de extradición del gobierno de Chihuahua, por los delitos de rapto, violación y corrupción de una menor que le imputó Karina Yapor, una de las chicas que él representaba. En esa ciudad vivía con una decena de jovencitas, lo que TV Azteca llamó “Clan Trevi-Andrade”.

Hoy, a sus 54 años, Andrade promueve Cómo pasa el tiempo…! -el segundo CD de su vida como cantautor- con entrevistas y tocando en eventos. Le canta a Fidel Castro “Puede morirse ahora, comandante” y a los políticos, “¿Qué se siente tener una mansión a costa del dolor de tanta gente?”.

-Vimos en la entrevista con “El Gordo y la Flaca” que se levantó molesto -le decimos mientras posa para la cámara.

-Apenas al iniciar la plática la reportera me pregunta de cuál de mis hijos habla la canción “Nomás para vivir”. Yo doy por sentado que las entrevistas son sanas…

-Ojalá con nosotros no se levante -decimos. Ríe sin ganas.

A punto de comenzar la charla nos movemos para evitar que su camarita nos quede de frente, como un ojo espía. Él lo advierte y la gira: el ojo vigilará.

-La primer pregunta es…

-A cuál de mis hijos se refiere esa canción -interrumpe a carcajadas. -¿… es usted un nuevo Sergio Andrade?

-Siempre mis canciones tenían que ver con cuestiones sociales. A los 15 años compuse El señor de la fábrica no sonríe cuando pasa encerrado en su convertible -recita-. Letras ingenuas, pero más allá de “te quiero” o “soy tierno” -dice posando la mano del lado del corazón.


Sólo Dios perdona

Era noviembre de 2007 y desde hacía más de un año, cuando se mudó a Cuernavaca con su esposa Sonia Ríos y sus dos hijas, Andrade y la música no se llevaban: “bloqueo de compositor”, lo llama. Se le iba la vida viendo TV.

Visitó Casa Veerkamp, de la Roma, para comprar papel pautado, y al subir la vista al mezzanine detectó un piano negro Yamaha cuarto de cola. Lo probó: «Fue como el beso apasionado con una ex novia después del feliz reencuentro». Pagó cerca de 120 mil pesos, e instaló el instrumento en su casa de Cuernavaca: «Ahí me tenías viendo los atardeceres, tocando contento».

-¿Al dejar la cárcel no le dio miedo el reencuentro social?

-A los medios, ¿no? Nunca hubo miedo al reencuentro social. Jóvenes me dicen «¿toca el piano?» Dios, para una generación soy esa figura que se armó, ni siquiera saben qué soy como músico. Necesitaba decir: «no estoy muerto, estoy vivo haciendo esto».

Empezó a componer y con ocho canciones terminadas solicitó en el portal OLX músicos para un grupo “dirigido por el Maestro (así le dice su gente) SERGIO ANDRADE”. Consideró a unos 50 candidatos. «Sabían los típicos cuatro acordes. Como en México casi no se lee música no podían montar acordes de séptima, novena, oncena. Fue muy problemático». En medio año, tras correr a varios músicos y que otros partieran por los ensayos agotadores, tenía listo su grupo: Luis Domínguez, guitarra; Carlos Soto, instrumentos andinos; y su hija Sofía, batería y percusiones. Él, voz y piano. Ensayaron entre 10 y 12 horas al día de enero a marzo de 2009.

Con diez años sin pisar un estudio, Andrade contrató al de la compañía Sony, donde halló un sistema digital que desconocía. Pero convenció al ingeniero Rodolfo Sánchez de mezclar en consola, como en los años 80. Las grabaciones iniciaban 8 am pero llegaba a las 7:30. No había tolerancia. En el piano, cantaba y tocaba con la vista clavada en su banda. Sofía, su hija de 19 años, soportó la dura exigencia de tener como jefe a su padre.

-Sería raro decir a alguien, «voy a mostrarte una canción de Sergio Andrade». ¿Luchará contra un condicionamiento mental?

-No es «lucharé para ser aceptado». Si les gusta, yo bendecido. No es Andrade el hombre, ni el mito, ni el monstruo que crearon -alza y encrispa las manos-. Es el artista.

Su CD doble, de sonido andino y con siete temas de más de seis minutos, es, dice, una «oportunidad estética. No todo acaba en Ritmoson». El material destila una paradoja: temas de cándido amor por la vida, como “El mundo me sigue maravillando”, y otras con mucho rencor, con líneas como «la vas a pagar muy caro», soltadas con su voz cavernosa.

-¿En el CD hay resentimiento ?

-El tema “Cuento conmigo” dice que en la vida sólo nos tenemos a nosotros.

-¿Se siente solo?

-Siempre fui muy solitario. En el medio me decían “lobo solitario”. No iba a fiestas, presentaciones de discos. Y otra canción, “Esto no se queda así”, la hice en la cárcel. Es casi un himno a la venganza, la pudo cantar el Conde de Montecristo.

-¿Con quién tiene sed de venganza?

-¿Como están por tu casa? -dice y ríe.

-¿A quién ya perdonó?

-El perdón es exclusivo de Dios. Decir «ya te perdoné» está bien para un bolero.

-¿No hay perdón?

-Comprensión, quizá, pero perdón es una palabra muy seria, ¿no?


Quemado vivo

Las fotos continúan y recibe una orden: «De perfil». Andrade dibuja una mueca: «esto me recuerda cosas feas», dice. De Brasil, donde fue fichado en una foto similar antes de entrar al penal de la Policía Federal, aún lo ataca un recuerdo. Descansaba en el patio cuando 15 reos con jabones ensartados en sábanas molieron a golpes a un interno. Una ambulancia recogió el cuerpo. A los dos días, cuando lo asumían muerto, volvió en camilla y con suero. «Lo habían regresado para matarlo -dice Andrade-. Después, en nuestra celda le echaron gasolina y prendieron fuego». Meses después, ya en una cárcel estatal, se cruzó con el mismo reo, desfigurado pero vivo. «Mexicano, como vai? -me dijo-, y le levanté el pulgar: era un triunfo de la vida».

-Si viajara al pasado, ¿evitaría la cárcel?

-Dice una canción de Billy Preston, «Thats the way God planned it». No diría «qué maravilloso me sentí», pero uno es la suma de cosas tristes, alegres y duras que le pasan en la vida. Me enriqueció. El encierro, no poder cruzar una línea ni ver a quienes quieres, es más de lo imaginable.

“(Con las chicas que dirigía) Me dejé llevar por el enamoramiento”

Extraditado a México en noviembre de 2003, fue recluido en el Cereso de Chihuahua. Cuando el juez Javier Pineda pidió para su libertad una fianza de un millón de pesos, Andrade convenció a Ángel Reyes, hermano de su amigo Odín -un preso-, que una casa suya garantizara el pago: se decía sin dinero para cubrir el daño causado a Karina Yapor. La libertad, tras cinco años y cuatro meses de cárcel, llegó el 25 de abril de 2005, luego de aceptar su culpabilidad. Ese lunes, delgado y de traje negro, declaró: «No existe rencor».

Alquiló casi un año una casa en esa ciudad, iba al cine, paseaba y visitó las barrancas La Sinforosa y Del Cobre.

Mal en lo económico, ofreció a Ediciones B Nos estamos muriendo todos -una novela- y varios cuentos, algunos eróticos. «Me dijeron “Lo erótico nos interesa, si nos das más lo sacamos”. Me gusta escribir y hay que comer; ni modo de decir: “eróticos sólo cinco”. No, fue “¿cuántas te escribo?” Es lo más triste: uno tiene que hacer concesiones al mito».

-¿Publicar ese libro erótico, La sangre inútil, fue tomar (los delitos) con humor?

-No. Con recuerdos y buen humor sobre personajes que salen ahí. Para que se acordaran que las cosas no eran como dijeron.

-Ya libre volvió a un viejo amor…

-Mi esposa, Sonia (chica del “clan”), siempre estuvo presente.

-¿Qué pensaba ella de las acusaciones?

-Que el agua no era del color que decían. Incluso me dijo «quiero ser testigo, declarar que no fueron así las cosas». Le dije «es una quema de brujas. No va a servir».

-¿De lo dicho sobre usted, qué fue verdad y qué no?

-Sería larguísimo…

-Sea sintético. Qué sí hizo y qué no.

-Sintético: he sido sumamente emocional, romántico y ehhh… Me gusta la gente joven. No niñas. Lo he aclarado toda la vida. Si me dices adolescentes, sí, me gustan. Me gusta la esencia femenina, el romanticismo. Otra realidad, y lo digo viéndote a los ojos y lo dije a muchos: nunca estuve con alguien que no quisiera estar conmigo. Punto. Nunca forcé a nadie y espero no hacerlo. Si me dice «ahí murió», no insisto. Soy muy orgulloso.

-Dice «niñas no», pero sí mujeres que no eran mayores de edad…

-Sí, ehhh, en momentos y traté de, ehhh. En los casos en que era sumamente imperiosa mi realización de ese sentimiento, esteee, me casé (Mary Boquitas y Aline Hernández) como Dios manda. Quería hacer las cosas bien. Entonces, esteee, había intereses encontrados largos de decir. Se sumaron cosas para hacer de Andrade la representación de algo cuando no había tal. Hicieron un símbolo tomando ciertas características, olvidaron otras, agrandaron unas y deformaron otras. Lo entiendo como proceso mediático. La historia la cuentan los vencedores.

-Algunas chicas eran menores: ¿era consciente de que era un delito?

-No, no estaba consciente, porque las edades del estupro y otros tecnicismos en los estados son muy diferentes. En el DF hay un tope diferente al de Chihuahua.

-Lo dijo en presente: «me gustan las adolescentes». ¿Cómo hace ahora?

-No, ¡espérame! Dije «acepto que me gusta la mujer en general y las adolescentes como parte» . El gusto estético no está reñido con nada. Si dijera «no me gustan», qué gran hipocresía, ¿no? Puedes decir «la Venus de Milo tenía bonito cuerpo», pero no por eso la estás manoseando.

-¿Hoy es un hombre de familia dedicado a su mujer?

-Sí, gracias a Dios y muy contento. Disfrutando mucho la familia y la paz.

-¿Cómo dio ese cambio?

-Provocando que el gusto por las jóvenes sea totalmente estético y de apreciación.

-Las mujeres se acercaban por lo que usted representaba, ¿aún ocurre?

-Ocurre, no tanto como antes. Con una gran diferencia, la juventud es un cristal que deforma: de joven no discernía quién se acercaba por una carrera, fama o dinero. Ahora soy muy crítico. Es más, casi podríamos decir que llegué a un estado de celibato -se carcajea-. Casi un cartujo. Si alguien se acerca digo «perdón, con permiso», y ni el beneficio de la duda. No me interesa si es por dinero o por fama o por nada.

-Defina al sexo.

-Maravilloso… antiguamente -se carcajea.

-¿Lucero, Crystal, Yuri y Gloria Trevi lo buscan, lo escuchan, le agradecen?

-Con estas personas la comunicación es casi nula, no sé si en algún momento se dé.

-¿Le gustaría reestablecer el contacto?

-Bonita pregunta: hay un mundo ideal, el paraíso, donde según ciertas religiones viviremos si nos portamos bien. En ese mundo mágico me gustaría.

-¿Qué les aprendió?

A Lucero su don que daba luz al tratar a la gente. A Crystal su alegría pese a su limitación. A Yuri su plantarse en el escenario como artista: hacíamos lo nuestro a la perfección y a recoger los premios. A Gloria la fuerza y el carácter para conseguir las cosas.

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