Cualquiera que no haya leído a Augusto Monterroso, corra
ahora mismo a hacerlo. Es el momento indicado. Él era un escritor guatemalteco
que vivió en México mucho tiempo, que se casó con una mexicana, que se sintió
mexicano desde siempre, y al que no consideramos como tal sino hasta que se
murió en 2003 y nos dimos cuenta de lo grande que era. Porque algo cierto es
que, para verlo grande, había que verlo muerto: el hombre era más bien
chaparro. Ni al 1.60 llegaba. Su enanismo se notó hasta en sus cuentos: "Cuando
despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". Sí, eso es de él. También otra
frase grande; "Lo bueno, si breve, dos veces bueno".

Si a Tito no lo entendimos bien en vida, esa frase sí que
nos la compramos. Porque qué endemoniadamente largos son los trámites en este
país. Cualquiera que haya solicitado cualquier cosa del Estado lo sabe: no hay
peor monserga que pedir una licencia, un acta de nacimiento, un pasaporte. Nada
nos gustaría más que acortarlos. Hacerlos dos veces buenos. Si para nosotros
eso es comprensible, imaginemos lo que esa frase podrá representar para,
digamos, Alberta y Teresa, las dos indígenas otomís que fueron sentenciadas a
21 años de prisión… por un crimen que no cometieron. La justicia mexicana se
tardó ni más ni menos que siete años en darse cuenta de eso. Bueno: siete y
medio. Para ellos, una justicia breve hubiese sido no dos, sino como veinte
veces mejor. Por otro lado, también deberíamos tomarnos menos tiempo en darnos
cuenta de los problemas que tenemos. Que en Arizona ya no nos quieren: bueno,
eso no es nuevo (ahora es oficial, pero no es nuevo), y nos estamos perdiendo
de lo que pasa de este lado: una tremenda falta de oportunidades para los que
se tienen que ir al otro lado, sí, pero también un trato a los migrantes
centroamericanos que de este lado tratamos con no menos que tortura.

Arizona debe comprender que quizá entre los migrantes que
ahora detestan podría haber un Monterroso en potencia; pero nosotros deberíamos
ver que de este lado no tratamos mejor a las personas. A lo mejor tenemos otro
guatemalteco entre nosotros a punto de hacer de éste un país más grande.

No, pero Arjona no. A ese sí que lo corran.