Caso Palermo: La hidra no es invencible

La capital de Sicilia fue, durante décadas, el territorio cuasimítico de la mafia, en el que la Cosa Nostra expresaba con toda contundencia su poder de corrupción. Nada, en la esfera empresarial y política de la ciudad, transcurría ajeno a las riendas de la gran delincuencia, y la actividad de los pistoleros había enajenado las calles a la población inocente.

A mediados de los 80, un grupo de jueces, encabezados por el superfiscal antimafia Giovanni Falcone, comprendieron que Palermo necesitaba un cambio radical en el proceder del sistema de justicia: debía trascender su papel como mero represor del crimen y asumir la vanguardia de una especie de liberación civil. Se registraron, por ejemplo, juicios colectivos en los que decenas de criminales recibían sentencia de un jalón, y capos que pocos años antes se hubieran considerado intocables empezaron a caer. El costo a pagar fue alto, por supuesto. La violencia intimidatoria se intensificó. Falcone y su sucesor, Paolo Borsellino, fueron asesinados con bombas en 1992.

Pero el impulso de la justicia no cesó —se llegó a hablar de una “revuelta legalista”— gracias, sobre todo, al apoyo de la ciudadanía, que tomó una postura. Al ver que la justicia rendía cuentas, la población se organizó para apoyarla y mostrar repudio a la delincuencia. Se crearon plataformas o centros antimafia que agrupaban a los más diversos individuos —y líderes políticos— y lo mismo realizaban trabajo comunitario —con el objetivo de retomar las plazas y parques secuestrados por el crimen— que forzaban a la comunidad a declararse pro o antimafia.
Costó sangre. Escándalos políticos. Años de zozobra. Pero hoy Palermo se parece más a Berlín que a Beirut.

Caso Bogotá:

La inseguridad no es problema sólo de las autoridades


«Arma fui» se lee en una cucharita de metal montada en una base. Es un trofeo. Y una de las 2,538 armas entregadas por los bogotanos a principios de los noventa en el programa de Desarme Voluntario. Como ésta, otras acciones formaron parte del Programa de Seguridad y Convivencia implementado por el alcalde clave en la historia del cambio de esa ciudad: Antanas Mockus. El líder, de origen lituano (95 - 98 y 01 - 04), reconoce tres acciones claves en el cambio: una reforma constitucional que involucró a la ciudadanía, el fin a la crisis de credibilidad con una depuración total de la policia de tránsito —conocidos como “chupas”, de chupasangres— y el famoso “Programa” que dio prioridad a la cultura ciudadana antes que a la seguridad. «Se trata de auto-regulación moral y de mutua-regulación cultural. Cada uno debe controlar a su patancito interno. Cuando no puede, debe hacerlo su vecino. Si no es suficiente, entonces entra la policía». Sus acciones fueron tan polémicas como exitosas: se disfrazó de Super Cívico, repartió tarjetas con pulgares arriba y abajo para calificar las acciones ajenas, interrumpió las relaciones corruptas con el gobierno, puso mimos que exigían respeto a las líneas peatonales en los cruces y cerró los antros a la 1 am. Su principal premisa era convertir los problemas de inseguridad y falta de cultura cívica, en problemas de todos —y consecuentemente— con soluciones de las que todos eran partícipes. Los radiotaxis se convirtieron en “ojos vigilantes” que contactaban a la policía ante cualquier anomalía y los jóvenes cambiaron el servicio militar por un año como policía auxiliar.

Los medios retomaron cada una de estas acciones por su resonar público. No fueron necesarias campañas de prensa pagadas desde dentro de la alcaldía. Las innovaciones —como abrir archivos, o las espectaculares liberaciones llevadas a cabo por los GAULA (Grupo de Acción unificada por la Libertad Personal)— bastaban por sí solas para la primera plana de los diarios o el prime time de cualquier noticiero.

Hoy, al ex-alcalde le preocupa la situación en nuestro país: «Nunca me imaginé que (los mexicanos) llegarían a sacrificar decadas de vida por dinero.» Desde su trinchera Movimiento Visionarios por Colombia, sugiere unificar conciencia, cultura y ley e invitar a las mujeres a que se movilicen: «las mujeres se matan y matan menos» asegura. Al famoso alcalde revolucionario, le siguió Enrique Peñalosa quien tomó entre sus prioridades continuar con el desarrollo de una urbe cívica. Además, se crearon observatorios ciudadanos como “País Libre” para el tema del secuestro y “Bogotá Cómo Vamos” por la calidad de vida en la ciudad