¿El chilango promedio es chaparrito, panzón y morenazo como en las caricaturas?

Pues no: basta con voltear a tu alrededor para darte cuenta que los capitalinos somos como un catálogo de formas raras. El que no es alto es gordo, la que no es flacuchona es rellenita. Hay gente morena, rubia, apiñonada y hay quien adquiere ese color blanco de estar todo el día en la oficina; hay mujeres altas como garrocha y hombres bajitos bien mameyes ¡ni parecemos del mismo lugar!

Quienes sufren con esta variedad de tamaños son los diseñadores industriales. Debe ser complicadísimo diseñar algo cuando no sabes si el que lo va a usar es un garrochón o una chica chaparrita: para esto, se apoyan en una disciplina llamada antropometría que ayuda a decidir el tamaño ideal a la hora de hacer, digamos, una silla. No sería lo mismo hacerla para un grupo de vikingos que para los de acá.

Eso en el caso ideal. Pero como también somos maestros en el arte del “ahí se va”, en el DF estas reglas no aplican, porque de otro modo no entendemos nada de lo que a continuación enlistamos ¡el horror!

1. Los asientos de los microbuses

Los asientos de los microbuses no están hechos para la gente alta. Sabemos que los microbuseros van juntándolos unos contra otros para que quepan más personas, pero es inhumano que la gente alta vaya sentada con las piernas abiertas o de ladito, sacando las extremidades al pasillo. Ahí va uno con las rodillas en los cachetes sufriendo cada vez que pasan por algún tope. Lo mismo aplica si estás pasado de tamales: no importa que vayas de frente o de lado, siempre estorbarás.

2. Los tubos del transporte público

En contraparte, los tubos del transporte público no están hechos para la gente chaparrita: o se agarra uno con las puras yemas o vas colgado como chango. Más terrible aún es que algunos techos de microbuses son tan bajitos que si mides más de 1.80 metros de estatura vas doblando la cabeza como guacamaya. Aunque eso sí, el premio mayor se lo llevan las combis que meten 13 pasajeros donde originalmente van 8 ¡deberían de prohibirlas!

3. Las puertas de los baños

¿Quién decide de qué tamaño deben ser las puertas de los baños públicos? A veces están tan altas que casi puedes ver al compañero de junto cuando está sentado (verle los calzones abajo, es seguro), pero cuando estás parado puedes verle la cara a los demás cuando te abrochas los pantalones ¡hola vecino!

4. Los mingitorios

Hablando de baños: hay mingitorios que están tan altos que los hombres bajitos sufren para que “su mejor amigo” no roce con el borde ¡asco! Pensando en esto a algún creativo se le ocurrió poner esos que llegan hasta el suelo y con los que terminas con los zapatos salpicados ¡piedad, señor!

5. Las sillas de los restaurantes

Consejo a los señores restauranteros: preferimos los locales donde las sillas están lo suficientemente cómodas para no darle un codazo al de atrás cada vez que cortas con el cuchillo. A veces están tan pegadas que puedes participar en dos pláticas a la vez aunque no conozcas al de junto. Tampoco estaría mal que pusieran sillas donde cupiera bien el cabúz chilango, y no tener que ponernos de ladito.

6. Los carriles de las vialidades

Ya si de espacio se trata, en las vialidades chilangas no hay lógica alguna: hay avenidas como Revolución donde pueden caber perfectamente 6 tanques de guerra uno tras otro en comparación con Viaducto, en donde tienes que ir perfectamente alineado para no darle con el espejo al auto de junto.

7. La ropa

Pero entre todos estos problemas, con el que más sufrimos los chilangos es con la ropa:

a) Existe la leyenda de que cuando encuentras unos pantalones de mezclilla que te ajusten perfectamente, puedes pedir un deseo. A los hombres nos quedan flojos de la cintura o largos de las patas. Sabemos que hay combinaciones como 36 x 32 o 34 x 30, lo cual no significa nada para la mayoría de los hombres: preferimos ajustarlos con el cinturón apretado.

b) ¡Cuánto daño han hecho a la humanidad hipsters! Las tiendas de ropa creen que todos somos flacos como charal y no toman en cuenta que uno disfruta lo que viene siendo el tlacoyo y las tortas de chilaquiles. Lo único que te queda es buscar ropa en las pacas o en Milano.

c) ¿Y las mujeres? Ni hablar. Parece que todo está diseñado para que los pantalones no entren en esas hermosas chaparreras, que tengan que tener boobs espectaculares o que los pantalones les queden de Tontín. Nos consta que todas sufren.

¿Recuerdas algún objeto o cosa que te haya costado trabajo alcanzar? ¿sufres porque las piernas te cuelgan en los asientos del trolebús? ¡cuéntanos!

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