Existen bastantes y muy diversas definiciones de “chilango”. En su origen, la palabra tenía quizá una acepción peyorativa, pero ahora la entendemos como signo de identidad. Independientemente de dónde nacimos, quienes vivimos y amamos esta gran ciudad —ya sea que habitemos en ella, trabajemos en ella o transitemos por sus calles— somos chilangos por legítimo derecho.

Así las cosas, los ciudadanos de la zona conurbada del DF también tenemos, ¡cómo ño!, nuestro corazoncito chilango. Nos afectan las mismas cosas (el tráfico, el esmog, el hoy no circula…) que a los habitantes de la capirucha; no hablamos distinto ni corremos más despacio. Sólo nos diferenciamos en algunos aspectos menores.

Por ello, a continuación enlistamos esas pequeñas cosas que nos distinguen como habitantes de la zona conurbada. Comenzamos:

-Las frases “prepotente existencia moral”, “porción es de la prístina cuna”, “mexicanos por patria y provincia” nos recuerdan nuestra infancia.

-Gastamos la mitad de nuestro salario en pasajes, para abordar a diario combis y taxis pirata (perdón, quise decir “tolerados”).

-Nos da miedo el Canal de la Compañía o el Río de los Remedios cuando llueve. ¡Ay, nanita!

-Hacemos hasta dos horotas de camino a nuestra chamba. A pesar del bicitaxi, la combi-sardina y el Metro, aun así nos ganamos el premio de puntualidad.

-A determinada hora del día, debemos cerrar las ventanas del cantón por el fuerte olor a… ¡sabrá Dios qué cosa!

-No tenemos que separar la basura en orgánica e inorgánica; el camión recolector se la lleva toda junta sin repelar, aunque la bolsa contenga un cadáver (de rata, por supuesto).

-Por nuestros rumbos, hay más changarros de table dance que universidades y preparatorias (la puritita escuela de la vida).

-Los polis nos piden mordida hasta por no bañarnos. Lo que no sabe el honorable puerco policiaco es que no siempre tenemos agua.

-Algunas leyes no aplican por acá en nuestras colonias; por ejemplo, en algunos bares se puede fumar adentro y no hay ningún tipo de bronca (para desgracia de los no fumadores).

-Tenemos albercas de olas muy originales y ad hoc con nuestro paisaje urbano: baches de 1.80 en calles y avenidas, que en las tardes veraniegas lucen espectaculares.

-Nuestros camiones de basura se caracterizan por su onda retro: un burro famélico que jala una carretilla de triques hace de vehículo recolector.

-Algunos de nosotros tenemos en nuestro patio trasero una buena parcela de cerro, desde la cual podemos contemplar la bella nata de esmog que embellece los crepúsculos del DF.

Fuera de estas pequeñeces, somos igualitos a todos los demás chilangos, con ventajas y desventajas respecto al lugar donde vivimos. ¿A poco no? Al fin y al cabo, como dijo el poeta: “fuera del Metro, todo es Cuautitlán”.

Y para ti, ¿qué otras cosas nos distinguen como habitantes de la zona conurbada?

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