Si eres de los que evitan a toda costa hablar con el vecino, que se sienten halagados cuando no son requeridos para el ágape del fin de semana o que sólo tiene dos que tres amigos con los que se siente cómodo para platicar, llegaste al sitio adecuado.
Porque no todos queremos estar en la pura pari, sino que AMAMOS (sí, con mayúsculas) estar solos, o bien, elegir con quién y en qué momento conviviremos con la demás gente. De hecho, muchos sufrimos escalofríos, sudoración excesiva e hiperventilación cuando nos dicen: “intégrate, no seas aguado”.
Entiéndanlo: eso no sucederá. Y aquí les pasamos nuestras mejores técnicas de escape para evitar a toda costa relacionarnos con el mundo exterior:
– Simular contestar una llamada urgente en el celular.
“Disculpa, debo atender a esta persona”. Mientras lo dices, con todo y voz bajita para imprimirle realismo a la cosa, te alejas sigilosamente del lugar.
– Argumentar mucho trabajo para evitar el pastel de la oficina.
¿Qué puede ser más importante que cumplir con nuestro deber godín? ¡Ahí me guardan un pedazo!
– Buscar algo en el coche para evitar saludar al vecino.
¿Dónde dejé el volante? ¿Dónde?
– Quitar las palomitas azules del Whatsapp.
¿A quién se le ocurrió querer acusarnos con todos?
– Decirle a tus amigos que tienes una gripe terrible cuando te invitan a salir.
Fingir una tos de perro se ha convertido en tu talento estelar.
– Refundirte en tu cuarto si tu roomie organiza una fiesta.
Previo a ello aprovechamos para preparar la botanita, suficientes líquidos y nuestra cuenta en Netflix.
– ¿Tú haces todo por comer acompañado en el comedor godín? Nosotros hacemos lo indecible por evitarlo.
¿Te quieres sentar aquí? Disculpa, todas las sillas están ocupadas (por mi mochila, mi lap y mi chamarra).
– Alegamos una alergia incontrolable cada que vemos niños en algún lugar.
No queremos que las mamás entren en pánico, pero si fuera necesario, inventamos una enfermedad terriblemente contagiosa e incurable. Todo por no convivir con sus querubines.
– ¿Navidad? ¿Año Nuevo? ¿Candelaria? ¿Día del Amor y la Amistad? Par favar.
Esos no son días de festejos, son días de torturas. Justo en esas fechas le echaremos la culpa a nuestro terrible jefe que “casualmente” nos pidió hacer guardia.
– Inventamos viajes al extranjero cada que nuestro amorcito corazón nos quiere presentar a su familia.
¿Es imprescindible que tenga que convivir con ellos? ¿No se podrían conformar con una foto mía?
– Cuando alguien nos saca plática en el banco/súper/Metro fingimos no escuchar bien.
“¿Perdón?, ¿qué dijo?, ¡no lo escucho!, ¿cómo?”, aunado a una cara de incomodidad. Siempre terminan por cansarse y callarse.
-Aludir a una migraña ficticia es nuestra mejor herramienta.
“Disculpa, no podré ir. Tengo migraña, espero sentirme mejor mañana. Lamento no haber ido a tu cumple”. No es que amemos las jaquecas, pero generalmente son el mejor pretexto para evitar convivir.
– Cuando van tus tíos a visitar a tu familia, uno siempre podrá decir que “está estudiando”.
“Ay, mijito, no te preocupes. Ya será en otro momento que platiquemos largo y tendido”. Sí, claro, en otra vida.
– Y cuando es inevitable estar en alguna fiesta, nos refundimos en un rincón con alguien que verdaderamente conozcamos.
De los males, el menor.
– ¿Compras por internet? Eso es para novatos.
Obviamente realizamos la mayor parte de nuestras compras por internet (tenemos toda una amplia gama de aplicaciones para tales efectos). Pero ahí no muere la cosa, somos muy felices si podemos conocer el amor gracias a la maravilla de la tecnología. Sin tener que fletarnos la insoportable secuencia de actos para ligar.
– Mandamos correos a las personas con las que debemos tener contacto en la oficina, a pesar de que estén a dos pasos de nosotros.
Bendita sea la tecnología.
– Leemos 14 veces la misma revista con el estilista.
No importa que sea de 1999 y que esté prácticamente destrozada y llena de cabellos. Eso siempre será mejor si nos ayuda a evadir la plática con nuestro estilista.
– Ir al cine solo no es una tortura, es la gloria.
Nada de escuchar cómo truenan las palomitas en la boca de nuestro acompañante. Simplemente vamos a disfrutar de una película en santa paz.
– Preferimos un trabajo que no tenga nada que ver con atención a clientes.
¿Escuchar quejas? ¿Sonreír? ¿Sacarles plática? Ni locos.
– Llegaremos temprano para evitar tener que saludar a todos los asistentes en una reunión.
El que llega, saluda. Por ello, aunque implique tener que barrer, siempre seremos los primeros en cualquier tipo de evento que implique estar con más gente.
– Pedir comida a domicilio ha sido un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad.
Así nos ahorramos todo tipo de convencionalismos para llegar a sentarnos a nuestra mesa y pedir en santa paz un plato de comida.
Veamos, queridos ermitaños, ¿qué otros artilugios emplean para zafarse de lo que viene siendo la bonita convivencia?