Cuando vemos en la tele alguna película o noticia en donde una víctima sufrió de tratos crueles y despiadados antes de ser asesinada se nos revuelve el estómago. Y no es que jamás hayamos tenido instintos asesinos en contra de quienes nos parten la mandarina en gajos, pero ¿eso? Tampoco tanto tanto…

Aquí les hicimos un ranking de los asesinos más canijos cuyas víctimas eran niños y mujeres. Se les erizará la piel:

1. Luis Alfredo Garavito, “La Bestia”

Este tipo cubre el perfil común de un asesino: fue víctima de abusos sexuales y malos tratos en su infancia. Cuando capturaron a este colombiano aseguró haber puesto fin a la vida de 140 varones entre seis y 16 años, por lo que se cree que es uno de los asesinos en serie de niños más prolíficos de la historia.

A todos los violó y los torturó: los amarraba, les daba patadas en el estómago, espalda, cara y pecho y se les paraba encima para romperles las costillas. Pero ahí no paraba la cosa, les amputaba los dedos, les sacaba los ojos y les cortaba las orejas. Finalmente los violaba y los mataba con un cuchillo.

2. Jon Venables y Robert Thompson

¿Creían que todos los asesinos eran mayores de edad? Pues este par de chamacos de 10 años les refutan su teoría. Estos sádicos niños cometieron tremendas atrocidades contra James Patrick Bulger, la víctima de dos años de edad. Lo secuestraron en un centro comercial en el Reino Unido y en el camino lo arrastraban y lo lanzaban por los aires, según los testigos (que tampoco hicieron algo para detenerlos).

Al llegar a las vías del tren, le arrojaron ladrillos, lo golpearon con una barra de metal, lo patearon, le rompieron las manos y los pies, lo torturaron con baterías eléctricas y abusaron sexualmente de él. Para finalizar, le brincaron encima del estómago y lo dejaron en ese sitio para que pareciera un accidente provocado por el tren. Fueron juzgados como adultos.

3. Irma Grese, el Ángel de Auschwitz

Si de sadismo se trata, la Segunda Guerra Mundial tiene mucho de dónde cortar. Esta joven de 19 años se convirtió en supervisora de este infame campo de concentración, donde estaría al mando de las barracas de mujeres. Seleccionaba a algunas para mandarlas a las cámaras de gas, a otras les daba latigazos y a algunas más, abatidas por la falta de alimento, les acercaba perros hambrientos para que las devoraran.

Pero esto no era suficiente para la güera sanguinaria. A las chicas que se veían más generosas de los senos, las golpeaba con fustas para lograr que se les infectaran las heridas. Como nadie les suministraba medicamentos, había que amputárselos.

4. Pedro Alonso López, el Monstruo de los Andes

Pedro fue hijo de una prostituta. En una ocasión su madre lo cachó queriendo tener relaciones sexuales con su hermana menor y lo corrió de la casa. Se convirtió en un niño de la calle sujeto a abusos sexuales de quienes lo encontraban. Le tenía miedo a las mujeres, pero no a las niñas entre ocho y 12 años. Perseguía a las que andaban solitas por algún camino y las atacaba, les propinaba tremendas golpizas y las violaba. Finalmente las estrangulaba y las miraba fijamente a los ojos.

Se sabe que fueron más de 200 niñas a las que les asesinó y enterró en diversas fosas en Ecuador y Colombia. Aseguraba que su misión era matar y que no había nada más que le produjera placer que asesinar a niñas cuyas miradas estuvieran llenas de inocencia.

5. Daniel Camargo, la Bestia de los Manglares

Cualquiera que lo viera diría: ay, por favor, éste no tiene pinta de asesino. Era un ecuatoriano cincuentón flaco, enclenque y sin chiste. Pero tras esta facha se ocultaba un asesino despiadado de mujeres y niñas. Se cree que asesinó a más de 70 mujeres, algunas entre los ocho y nueve años.

Las mataba a machetazos, les metía cuchillos, les extraía los órganos, las estangulaba y las violaba. Dejaba sus cuerpos tirados en sitios desolados llenos de vegetación o en avenidas. Y para quitarse la sangre de las manos, orinaba sobre ellas. Tras ser capturado confesó que memorizaba los nombres de sus víctimas, que guardaba algún “recuerdito” de ellas y que prefería a las vírgenes, pues “lloraban” durante las violaciones.

Un verdadero asco, ¿cierto? Estos no aplicaron la de: “unos cuantos piquetitos”, pues tenían que saciar su sadismo y gusto por el dolor ajeno.

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