Enriqueta Basilio es conocida en todo el mundo por ser la primera mujer en encender el pebetero en unos Juegos Olímpicos.

Sin embargo pocos saben lo que tuvo que pasar antes y después de subir las 93 escalinatas en el Estadio Olímpico Universitario, la tarde del 12 de octubre de 1968, para iniciar el fuego olímpico, en la que fue la edición número 19 de la justa internacional.

EL CAMBIO DE RELEVISTA: DE UN ATLETA A UN MILITAR

Antes de tomar la antorcha para realizar el último trayecto rumbo al pebetero, Enriqueta se vio sorprendida, pues la persona con la que había ensayado el cambio no fue la que le hizo el relevo afuera del Estadio Olímpico.

“No supe quién era, era un militar, no sé cómo se llamaba”, dijo la exatleta originaria de Mexicali, Baja California, quien agregó que cuatro o cinco veces había ensayado ese movimiento con otro deportista. Pero en el gran día los organizadores decidieron sustituirlo por un militar.
Sin tener información precisa del por qué se dio el cambio, ella cree que fue por el momento complicado que se vivía en México.

“Se hablaban muchas cosas, se pensaba que podría haber problemas por todo lo que se estaba viviendo en México en ese momento”, y pese a que hasta hubo un cambio de ruta ya dentro del estadio, recuerda que fue tal su concentración, que olvidó todo por espacio de unos minutos, para hacer un perfecto papel en la inauguración de México ‘68.

¿Sabías que tuvo que salir de CU “disfrazada” después de encender el fuego?

Lee el resto de estas confesiones aquí.

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