Brisia se hizo los pechos, los párpados, el mentón, la cintura, la «no sé cómo e llama, te jalan y te cortan [se llama abdominoplastia] con lipoaspiración, y las pantorrillas».

Pero la nariz no: «No quiero verme falsa.» Lo que sí es que está pensando en «juntar para las pompas».

Ella me citó en el Vips, a la vuelta del metro Cuauhtémoc. La espero mirando los pechos y facciones de cada mujer que entra. Quiero saber si la reconoceré por sus formas inadvertidas. En efecto. Jeans esculpidos, tacones, por supuesto, camisa azul que se desborda. Llega, sonríe, se acomoda uno de sus largos mechones amarillo L’Oréal.

—Pues yo soy madre soltera, tengo un hijo de 22 años, luché mucho para sacarlo adelante y me sentía ya muy acabada. Y esto levantó mi autoestima: cuando veo mis fotos de antes y de ahora, veo que el doctor me dio una gran ayuda. Y siempre he tenido parejas mucho más jóvenes, yo creo que también lo hice por eso.

Brisia tiene 44 años. Le pregunto en qué trabaja, titubea y evade, «la tarjeta, el abogado».

Muestra una colección de fotos de galanes en su celular. Son varios, jóvenes, look latino internacional. «Ése es el que se parece a Ricky.» Ella aparece apoyada en algunos torsos musculosos.

—Cuando era jovencita estuve en una escuela de modelaje, hice unas películas con Andrés García. Era muy delgada, después me hice horrible; entonces ¿cómo quieres que no me haga tantas cosas? Como a los 20 años lo dejé porque estaba embarazada, después viuda. Me fue muy mal.

—¿Dolió?

—Sobretodo la recuperación, que es de 45 días; tienes que andar agachada, no puedes levantar el cuerpo durante un mes. Pero me gusta sufrir. Te juro, ahorita ya está hecho, si hubiera sabido de esos dolores igual me arrepiento.

Algo similar le pasó a Cristina, de 34 años, dueña de un kínder en las Lomas: «Me dolió más el pecho que las pompas y me los hice al mismo tiempo. Le decía al doctor: “¿Cómo voy a recuperarme?, ¿colgada cómo una res? Porque no me puedo acostar ni boca arriba…” Entonces me hicieron un colchón con dos hoyos en el lugar de las pompas y así dormí durante 20 noches, y tomaba un sedante completo para poder dormir. Hubo días que no me imaginaba que iba a ser tanto dolor».

Y da miedo, dicen:

—Ya lo piensa uno cuando está en el quirófano —cuenta Brisia—. Te empieza a dar como taquicardia y entonces dices: “si me voy a morir por cualquier cosa, si me toca, me toca aquí”.

Entonces, si duele y se teme…, ¿por qué?

¿De quién es esa prótesis?

Cristina me dice que ella “me sirve” porque se “hizo toda”. Llega al Sarbucks de Santa Fe y cuenta su aventura en el quirófano. No llama la atención y ropa holgada oculta sus recientes atributos. Usa mucho el verbo “arreglar”.

* Me arregle la panza y cumplo un año de haberme arreglado el busto y las pompas, y también me hice la lipoescultura, pero de la cara fíjate que no me he hecho nada, me da cosa, no quiero verme como Michael Jackson el día de mañana. Porque se vuelve adictivo. Cuando me hice el busto mi marido me dijo “¿y por qué no las pompas?”… es que mis papás no se concentraron muy bien, y quedaron al revés, para adentro, yo era totalmente cóncava. Y fui al cirujano. Ahora llego al cualquier restaurante con mi amigas y me desnudan en el baño. Ya me siento lesbiana, todas me soban las nalgas. El busto me lo dejó precioso, pero yo le dije que me pusiera 235 y me puso 275 en cada una, entonces cuando amanecí me sentía Ninel Conde. Él decía que para mi cuerpo tenía que ponerme más. Yo era 34-B pero bien, era bustona. Me lo hubiera hecho un poquito menos. Igual estoy muy contenta, no me arrepiento para nada. Aunque, cuando me hice la panza, me estiraron mucho y el ombligo no me quedo muy bien, no me gustó. Entonces me lo trataron de arreglar pero es muy difícil que te quede bien el ombligo.

—¿Lo hiciste por ti?.

—Yo creo que por los dos. Te motiva mucho tener una pareja; si él te dice “me encantaría que tuvieras esto”, vas a ver la manera de hacerlo feliz. Yo me quiero sacar (volumen del busto) un poquito, pero él no quiere, dice… Pues finalmente son para él.

Cristina aclara que lo hizo para su marido y no «para agarrarse un ricachón». Algo que es común, en su opinión.