ESTRANGULACIÓN
27 DE noviembre, 2008

Era “miércoles de póquer” en casa de sus amigos en la Condesa. En la reunión, el modelo argentino Bautista Balcarce presumió que al rato sería «maestro de ceremonias» de un baile para recabar fondos contra el SIDA. Departiría con una legión de celebridades en un cabaret del sur.
En la baraja, los fulls y las flores imperiales le daban últimamente una racha de suerte. Las horas de ocio con amigos calmaban el dolor de días antes, cuando su perro fue envenenado cerca de su edificio.
La tarde del 26 de noviembre jugó la última partida, caminó por Avenida México, abordó su auto y condujo hasta la Napoles. A las 9 pm inició “Fichando por la vida”, con famosos como Arleth Terán, Claudia Lizaldi y Juan José Origel, según reseñó El Sol de México. La fiesta era de “fichas”: el ganador de una subasta bailaba con un famoso. Alegre, Bautista ofreció al público piezas de salsa y alternó el micrófono con su gran amiga, la actriz de TV Azteca Ana Cioquetti.
El mexicano naturalizado apareció de pantalón de terciopelo, camisa negra, saco blanco y amarillo a cuadros y corbata. Era gay y no hablaba de su vida privada. «Si venía a casa y tenía una cita se justificaba: “tengo un cafecito” era la clave de que iba a ver a alguien», dijo una de sus amigas.
Ser un modelo de 47 años era un problema. En los 90 fue un hombre-imagen de Colgate, Panasonic o Aeroméxico, y en el ‘95 Alejandro González Iñárritu lo dirigió en promos del Día del Padre en Televisa. El hombre de ojos azules dejó la TV para ser co-conductor en Radio Fórmula junto a su amigo el estilista Alfredo Palacios, y alternarse como corredor de bienes raíces.
A la 1:30 am, Bautista salió del antro y abordó su auto. «Fue raro que no se despidiera de varios amigos», dice uno de ellos.
Hace un par de años, compró un departamento de 54m2 en el número 8 de la calle Estrasburgo, en Zona Rosa. Flanquedo por las boutiques sexuales Sodoma y Rainbowland, y muy cerca de los bares gay BlackOut, Be Gay, Boy Bar, La Gayta, Pussy Bar y Lipstick, su hogar estaba ordenado obsesivamente.
Ese jueves estacionó en la calle Niza y hacia las 2:00 am caminó tres cuadras. Abrió el elevador de su edificio con una llave de la que sólo los vecinos tienen copia, y subió a su departamento, el 202. Adentro, guardó su reloj Cartier en un cajón y la pulsera Tiffany en un ropero —según testimonios los portaba en el evento—, se sacó los zapatos y conservó la camisa y el pantalón.
Isabel, empleada doméstica de Balcarce, llegó 12 horas más tarde a realizar el quehacer con su hijo de 11 años. Subieron las escaleras a las 2:30 pm y abrieron con llave. El silencio era llamativo. Al dirigirse al cuarto de Bautista, el pequeño observó un cuerpo atrás de la cama, envuelto en un edredón empapado: «Está tirado, hay mucha sangre», gritó el menor, según datos de la PGJ.
Isabel tomó el teléfono y avisó del hallazgo a dos hermanas argentinas, amigas de Balcarce. Ellas acudieron al domicilio. Horrorizadas, vieron el cuerpo cubierto y avisaron a la policía.
Minutos después arribó una ambulancia. Los enfermeros confirmaron que tenía varias horas sin vida. En el departamento había varias cervezas abiertas, pese a que Bautista, según sus amigos, jamás ingería esa bebida. La necropsia establece que sufrió «asfixia por estrangulación.» Murió entre las 3 y 4 am del 27 de noviembre.
Los vecinos consultados negaron oir ruidos raros o lamentos.
La asfixia dejó al cuello de Bautista un «surco escoriativo» de 23 cms de largo, y de 0.5 a 1.5 de ancho. Fue usado un objeto sólido y extendido en una maniobra que duró de 1.5 a 4 minutos. El cadáver presentaba múltiples moretones y raspones.
«Quien lo mató entró con él. Sólo él tenía la llave de su departamento», dijo Roberto Reyes, el velador, quien esa madrugada estaba fuera del DF. En los últimos meses, dice, visitó tres veces a Bautista un moreno de unos 25 años. «La última vez tocó el timbre ebrio. Le pregunté a quién buscaba y me dijo que no sabía. Tocó hasta que le advertí que se retirara porque llamaría a una patrulla», relató.
Michelle, modelo checa del apartamento 3, uno arriba del argentino, niega haber oído o visto algo sospechoso, pese a que ese día regresó de una fiesta a las 3:30 am, hora en que, según el MP, Bautista agonizaba. Le sorprende que no se inquietara su perra Dogo de Burdeos entrenada: «Los departamentos son pequeños y se oye la música o si hablas fuerte. Es raro que Sena estuviera tan tranquila esa noche: si escucha algo raro no para de ladrar.»
El o los homicidas robaron una HP portátil, una cartera con dinero y tarjetas de crédito, un celular, una agenda telefónica y una gran pantalla LCD que, difícilmente, una sola persona pudo bajar. Tras concluir el homicidio y bajar los objetos, subieron a cerrar, pues la empleada doméstica debió abrir con llave.
La PGJ infiere que Bautista actuó bajo «sumisión»: habría aceptado el castigo. María González Balcarce, hermana de Bautista, dio por email otra versión a esta revista: «Si opuso poca resistencia fue porque lo sometieron sorpresivamente.»
Primer varón de Josefina Balcarce, Bautista nació el 9 de enero de 1961. Dejó Buenos Aires en 84 y antes de llegar al DF fue actor en Santiago de Chile y Miami. Hablaba por teléfono con su madre y sus hermanos, repartidos en Argentina, España y Francia, país al que visitaba para ver a su hermana María, habitante de Bures-sur-Yvette.
La noche del jueves 27 de noviembre, María volvía a su casa en el tren RER, procedente de París —donde atiende en su consultorio—. Quince minutos antes de la medianoche, mientras transitaba por la antigua estación de Orsay, sonó su celular.
—Murió Juan Bautista—, le dijo Jean Claude, su esposo.
—¡No puede ser, no es cierto! —gritó la mujer frente a un joven que no entendía qué le pasaba a su acompañante de vagón.
«Diecisiete horas antes —dice María por teléfono—, a las 9:30 am de Francia mataban a golpes a mi hermano en su propia casa. Al arrancarle su vida me la quitaron a mí, porque éramos uno.»
Bautista fue velado por su madre, sus cuatro hermanas y su hermano el día 28 en la funeraria Jardines del Tiempo, en la Roma.
Sus hermanos esperaron 20 días a que la PGJ diera resultados. Tras el plazo, desde sus países llamaron a amigos de Bautista para buscar sospechosos. «Actuamos como detectives —dice María— y encontramos pruebas muy importantes.» Aunque dieron esos datos a la Fiscalía Central de Investigación para Homicidios, la familia pidió no publicarlos para no entorpecer la investigación.
El Consulado de Argentina en México confirmó que la familia de Balcarce le pidió intervenir en la pesquisa. «Consideran lenta la investigación —indico la representación diplomática—. Nos hemos reunido con el Fiscal de Homicidios de la PGJ, Joel Alfredo Díaz.» En esos encuentros la dependencia reconoció, según el consulado, que no existen sospechosos sobre el homicidio.
«¿Cómo es posible que monstruosidades semejantes ocurran impunemente día tras día en México? —escribió María en un email—. ¿Por qué ese salvajismo? ¿Dónde están la humanidad, la justicia? ¿Qué pasa con las autoridades mexicanas?»
El cuerpo de Juan Bautista González Balcarce descansa en el Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires.

En el estado de cuenta de las tarjetas de crédito robadas a Bautista aparecieron compras de juguetes en Puebla y Veracruz.