¿Qué es?

Un reloj de mano que tomaba fotos digitales con una resolución muy pobre, pero que ¡uoh! podías bajar a la computadora con su transmisor infrarrojo. Para principios del 2000, tenerlo era muy jamesbondiano.

¿Por qué nos apantallaba?

Porque prometía toda clase de actos vouyeristas que hasta entonces no eran posibles. Fotos en los baños de mujeres, fotos de las preguntas del examen (o del acordeón), fotos del “ligue” (así se les decía en el 200) en el “antro” (ídem). Lo malo es que, oh decepción, a la hora de pasarlas a la computadora sólo veías un montón de puntitos encimados.

¿Cuál sería su versión 2009?

Casio ya dejó la chamba de Q para después. Ahora sólo se dedica a hacer relojes normalitos, como el Futurist, que pese a su nombre sólo te viene integrando lo que son las funciones básicas: luz de fondo, señal acústica y alarma (pero eso sí, trae un calendario hasta el año 2099).

Precio entonces:

$2,300.

Precio ahora:

¿? Otro que se nos fue.

¿Dónde lo consigo?

En tu corazón. Ya no hay disponibles.