Lavolpe convocó a memo a la Selección para un amistoso ante Hungría en diciembre de aquél año. En Phoenix, Memo suplió en la segunda parte a José de Jesús Corona. Así, con 20 años, debutó en el TRI mayor.

Para entonces ya iba a buscar a su novia, Dulce María, de RBD, a Televisa. «Se cuidaba mucho —cuenta Jorge Ugalde, reportero de la televisora, evitaba los pasillos y la esperaba en el estacionamiento». La pareja causó revuelo. El técnico Mario Carrillo y el vicepresidente deportivo Manuel Lapuente decidieron hablar con el jugador. «cuando inició esa relación nos preocupamos por él —dice Lapuente—. Mario y yo le dijimos que no perdiera el foco. Y así lo hizo. Lo tomó con naturalidad y madurez.»

Ochoa se consolidó como portero de ese América campeón.

«Era un chico de buena familia muy educado y detallista —dice Blanca Saviñón, mamá de Dulce—. En un día del amor le llevó al estudio un montón de globos de gas». Meses después una revista de espectáculos captó a los jóvenes registrándose en un hotel, el lío mediático coincidió con el Clausura 2006, un desastroso torneo del América: acabó en el lugar 13, fuera de la Liguilla. Guillermo y Dulce tronaron.

FENÓMENO MEDIÁTICO EN GRANDE

La primera que lo patrocinó fue Adidas. Luego vinieron Niké, Banamex, Bimbo y Coca-Cola, que aprovecharon que el arquero fue convocado a la copa mundial Alemania 2006. Ahí coincidió con Oswaldo Sánchez, el cancerbero del América cuando el aún estaba en Cometas. Memo no tenía opciones de jugar. Tomó la experiencia como emoción y, a a la vez, como unas vacaciones. Ambos arqueros, sin ser amigos, mantenían una relación cordial. Memo pasaba horas jugando Halo y FIFA con ”Kikín”, “El Gringo” Castro y Lavolpe, veía películas, escuchaba música.

Para la Copa América 2007, Hugo Sánchez dejó en la banca a Oswaldo. Memo, en el partido que México ganó 2-0 a Brasil, atajó espectacularmente. Desde entonces es un fenómeno mediático. Sólo entre marzo y abril, a Pro Manage, la agencia que lo representa, llegaron siete propuestas para promocionar cámaras de fotos, llantas, autos, teléfonos y bancos. Y ya es la portada del videojuego FIFA 08.

Ochoa alterna su vida entre la casa de sus padres, en la Del Valle y un departamento al sur del DF, en Jardines en la Montaña.

—¿Por qué te quedas aún con tus padres?

—Puedes perder el piso por ganar tanto y que las cosas se te den fáciles no tiene caso irme por libertinaje si puedo ver a mis papás.

En el Bar Bar de la colonia Florida, el Shine de las Lomas o el Must de San Jerónimo, los cadeneros levantan la voz a los que esperan afuera para que abran paso a quienes salgan del BMW 120i plomo que conduce Ochoa.

—¿Cómo es ser la perdición de las mujeres?

—¿A quién no le gustaría que todas las mujeres se le aventaran o lo vieran? Lo tomo con calma, pienso en mi educación —dice Memo, inquiriendo a Naxla con la mirada si aún me queda tiempo—. Es difícil ser famoso, no sabes si se acercan por interés.

Su cuarto en la casa familiar está tapizado de fotos. Hay bufandas de equipos europeos, su computadora, cerca de 100 gorras y muchos lentes de sol. «Él es el mismo, no cambia», dice su amigo Aldo Anaya del Montaignac. ¿Será?
En cuatro años Ochoa ha cambiado su Corsa por un BMW, pasado de un sueldo de 30 mil pesos al mes a cerca de 1 millón 200 mil. «Hay niñas que se bajan el pantalón frente a él», dice Alejandra Castillo, gerente de relaciones públicas de Nike. Y es que pocas cosas goza tanto como rodearse de chicas en el Shine y hacerlas bailar cachondo con Bob Sinclair, Belanova o Rhianna.

«Sí, [la fama] se le ha subido —dice su amigo Mario Flores—. Es el portero de la Selección, es famoso, tiene dinero, todas las niñas voltean averlo. ¿A quién chingaos no se le sube?»

La relación con Nike ha proyectado su imagen y afianzado su lugar como uno de los mejor pagados del continente en 2007 firmó un contrato por cuatro años.

Desde Jorge Campos, Niké no había producido un suéter especial para un portero. El “Caballero Águila” fue creado por el jugador y el diseñador Pepe Reynoso, que vistió con trajes excéntricos al ciclista Mario Cippolini. Ambos acordaron que el modelo recuperara una fantasía infantil del arquero: que era un guerrero. La casaca no trajo suerte, con Ochoa usando esa pieza América ganó el 3 de febrero pasado, 2-1 ante Tecos. Luego, 11 derrotas.

Contra las leyes del marketing, Ochoa se sacó el caballero Águila apenas el 4 de mayo ante Monterrey. Creer o morir: América ganó.

—¿Cuáles fueron tus primeros guantes?

—Mi mamá los compró en una “Comer” —dice Ochoa con la mirada fija en la cancha de enfrente: la sensual capitana de la selección juvenil de futbol, Mónica González, graba junto al delantero Enrique Esqueda para TV Azteca. Su micro short negro rebela unos muslos abundantes. En plena entrevista, la chica se acerca: «¿Al ratito puedo hacerte una pregunta?»

Memo sonríe. Intento recuperar su atención.

—¿El fracaso del América en la liga, afecta tu salida al extranjero?

Balancea el cuerpo y medita, como si le molestara tener que hablar: —No. Trato de hacer bien mi trabajo. El futbol es de rachas. A todos los equipos les pasa pero por ser América todos exageran.

En la entrevista Naxla no se separa de nosotros. Checa otra vez su reloj: «la última pregunta, Memo», le digo. «vas, vas», me pide el portero.

—¿Cuándo te diste cuenta de que eras famoso?

Por primera vez en veinte minutos Memo se ríe. Pero está ansioso por terminar.

—No me doy cuenta de lo famoso que soy. Lo vivo a diario, se te hace tan normal que no te cae el veinte. Mis amigos me dicen: «eres Ochoa, el portero del América y la Selección». Quizá cuando me retire me de cuenta o cuando me vaya mal. Mis amigos me hacen abrir los ojos, se enojan, me dicen: «puedes tener la mujer que quieras».