En el viaje hasta Neuquén recorro 9,000 kms. Veo a Doelia, madre de Mario, una tarde de octubre de 2008. Al entrar al barrio Gregorio Álvarez transito entre nubes de polvo y perros flacos. «A dos calles de aquí no entra la policía», me dice Doelia, una señora bajita y de lentes, señalando una zona con casas de hormigón. Los Palacios Montarcé viven en un Fonavi, unidad popular construida por Felipe Sapag, una suertede cacique -hoy de 91 años- que gobernó Neuquén 20 años.

«Hasta que murió Mario empezaron a darle bolilla (tomar en cuenta) en Neuquén al tenis de mesa», dice esta mujer enferma de diabetes, cuando entramos al cuarto de su hijo. No ha modificado nada: varios brillantes trofeos ocupan una cómoda. Junto a un camastro hay un retrato de Mario jugando en el Club Toluca. En el colchón, sobre una sábana amarillenta, descansa una maleta negra. Además, una bolsa de cartón. Doelia me pide que la abra: sentado en su camastro veo anuncios de cursos de pingpong, copias de emails personales dirigidos a [email protected], tarjetas de presentación con su celular (044722-1183228), una nota del Reforma con su foto, folletos de su Atos, copias de su CV, notas de El Sol de Toluca con fotos de Montiel y Versini entregando el premio a Fernandito, fotografías con amigos, papeles del Instituto Nacional de Migración y una vieja cartera.

Al cuarto lo sume el silencio. De pronto, Doelia, de brillantes ojos rodeados de arrugas, se suelta a llorar.