El salón de belleza opera como un micro cosmos. Ante todo debe privar la sensación de armonía para beneplácito de los clientes, pero la realidad es otra. En la guerra y en el salón todo se vale.

«Claudio se quedaba en la puerta de la recepción, como perdiendo el tiempo sin más —relata una amiga que fue su colega en New Style, en el pedregal—. Cuando entraba un cliente distraído que tenia cita con alguien más, lo seducía con piropos y cuando menos se enteraba ¡ya le estaba cortando el pelo él!»

Mientas te aplican el acondicionador, oyes el chisme. Y aunque intentas no involucrarte, al final le destinas una mirada de desprecio al oportunista asistente de estilista que ensaya un tinte al otro lado del salón. Nunca más dejarás que él te lave el pelo. (Nota: ¿te has puesto a pensar que a lo mejor te dejaste llevar por los chimes de la que a ti te ponía tratamiento?) Cada estilista es responsable de construir su club de fan a como dé lugar.

Y cualquier día empacan estuche de tijeras y navajas y se van, con todo y su sequito de clientas. Las que consiguieron legítimamente y las que robaron a sus “colegas”.

Nos hemos tomado la libertad de diseñar esta guía a partir de los estilistas y no tanto de los salones. No sabemos si mañana seguirán en el mismo lugar, ya ven que son volubles.

Nos importa que sus cambios de humor no nos priven de obtener un gran corte. Así es que si se van a otra, ya los tendrás ubicados y podrás seguirlos hasta la muerte.

La plenitud estilística no es una metáfora de la belleza. ¡Existe! Desde el tinte perfecto hasta la expresión máxima en peluquerías para hombre, con esta guía te ayudaremos a dar el temido paso para el cambio de look al que le traes ganas.