Su cuarto. Los zapatos, el petate donde dormía y los restos de velas que lo iluminaron.

Luis Felipe llegó a la Central Camionera del Norte entre el 14 y el 17 de septiembre. Pudo tomar el Metro, que lo dejó cerca de la estación Doctores. Caminó tres cuadras hasta Dr. Valenzuela y pidió un cuarto en el austero Hotel San Juan. Al día siguiente salió con una camisa guinda, mochila cruzada en el pecho, cinturón de cuero tejido y chamarra. Su puño apretaba un marcador indeleble. Sobre una valla publicitaria del paradero de Eje Central y Dr. Durán escribió: «ESTE GOBIERNO CRIMINAL DE FELIPE CALDERON NOS CONLLEVA A MORIR DE HAMBRE Y SED POR EL CALENTAMIENTO GLOBAL DE LA TIERRA.» Adelante, en la valla de Dr. Liceaga, arremetió: «ESTE GOBIERNO DE DELINCUENTES Y CRIMINALES CON COLMILLAJE Y ENGAÑOS NOS CONLLEVAN A MORIR DE HAMBRE Y SED POR LOS EFECTOS DEL CALENTAMIENTO GLOBAL DE LA TIERRA.»

Ingresó al Metro Hidalgo a las 4:42 pm y caminó por un pasillo. Ya era registrado por una cámara ubicada sobre un puesto de libros. Viajó dos estaciones hasta Balderas, donde hizo otra pinta: «VAMOS MÉXICO CON ENGAÑOS Y PERJUICIOS LLEVAN A LA NACIÓN AL AMBRE (sic)». Por tercera vez en el día escribía con su plumón la palabra “hambre”. La media hora siguiente escribió en los andenes de Hidalgo, Cuauhtémoc y Balderas. Y desde aquí realizó una raro trayecto: viajó a Observatorio, bajó en Cuauhtémoc sólo para cambiar de andén y luego volver a Balderas.

Víctor Miranda, agente de la PBI, llegó a las 5 pm para iniciar el turno. Su función: vigilar que a los tres primeros vagones sólo entraran mujeres y niños. A las 5:14 notó que un hombre rayaba una pared.

—No haga eso —le dijo el oficial.

—Ya valió madre —le contestó Luis Felipe, según peritajes de la PGJ.

El hombre abrió un pañuelo blanco, sacó un revólver .38 Especial y pese a que se trabó pudo disparar un par de veces. Herido, el policía huyó corriendo, pero Luis Felipe giró y le disparó por la espalda.

En un andén repleto y aterrorizado, Luis Felipe envolvió otra vez su arma. Esteban Cervantes, herrero avecindado en Chalco, salió del vagón con los brazos extendidos hacia las manos que sostenían la pistola. En una penosa lucha de su cuerpo contra un arma, pudo forcejear 18 segundos hasta que Luis Felipe lo tuvo de rodillas y le soltó un tiro en la cabeza. El cuerpo cayó muerto sobre la loza. Con los dos cadáveres tendidos, el andén se vació.

En el juzgado 56 del Reclusorio Oriente, Luis Felipe declaró sin culpa: «Los maté porque querían reprimir mi mensaje». Su mensaje: advertir «los engaños de la administración del señor Felipe Calderón para conllevar al país México a morirse hambre por el fenómeno del calentamiento global.» La PGJ señaló que Luis está en pleno uso de sus facultades mentales, por lo que será enjuiciado.

El martes 22 de septiembre, cuatro días después del tiroteo, Milenio Diario publicó en su primera plana: «El asesino del Metro provoca suicidio e infarto de dos parientes.» La nota informaba que la secuela de muerte se había producido en La Tapona, un rancho de Jalisco.