El kiosko. Única obra pública en su pueblo.

Luis Felipe Hernández Castillo nació en marzo de 1971. Erasmo recuerda lo más agradable de su niñez con su hermano, mientras se escucha lejana la música de banda de los XV años. «Nos sentábamos a la mesa a comer y nos peleábamos por la tortilla en el comal grande de mi mamá.» Ahora sí, “El Cuatro” se entusiasma: «Mi jefa en el fogón. “Ahí les va una tortilla”, decía mi mamá.»

Lázaro Cárdenas del Río era la única escuela en La Tapona. Sólo primaria. Ni kínder, ni secundaria. Al regresar de las clases, Luis Felipe y sus hermanos anhelaban que los visitara su hermana mayor, Adela, que vivía en León: «A ver si mi hermana nos trae un panecito o una naranja», decían.

Para que los Santos Reyes les trajeran juguetes, a falta de zapatos ponían sus huaraches. A la mañana siguiente encontraban carros artesanales hechos con los troncos de órganos, los cactus de la zona. «El que fregaba (al que le iba bien) le dejaban una pelotita en los huaraches», al fin sonríe “El Cuatro”, y recuerda cuando dormían cuatro o cinco en una sola cama, aguantando los movimientos de Erasmo y Miguel Ángel, que siempre despertaban en otro lugar.

A Luis Felipe le gustaba nadar en el estanque, un beneficio extra que traían las lluvias. Jugaban a quién aguantaba más debajo del agua y a los clavados. Los árboles también eran sus juegos mecánicos: se subía a una rama e imaginaba que era un tractor o una camioneta como las que traían sus primos o quienes venían de Estados Unidos. «Nuestros dulces —dice José Manuel— eran taquitos de azúcar.»

Esa felicidad precaria terminaría con la llegada de las máquinas y los hombres que construyeron la nueva autopista. Alfonso Hernández y María de los Dolores Castillo se separaron a mediados de los 80, cuando su hijo Luis Felipe era un adolescente. En esa época, ella trabajaba para ICA dando de comer a los trabajadores. Según Antonio Sotelo hijo, amigo de la familia, Don Alfonso acusó a su esposa de adulterio. «A Luis —me dice— le afectó mucho la separación de sus padres.»

Sotelo habla afligido aún por la muerte de su papá, Antonio Sotelo padre, tan sólo ocho días antes de esta charla. El periódico regional XPreso, Milenio Diario y El Universal consideraron tanto ese deceso como el de Ambelio en las vías del tren como efecto de la conmoción causada por los actos de Luis Felipe. Sin embargo, don Antonio murió el lunes 21 tras una larga enfermedad, sin saber siquiera quién era el asesino del Metro Balderas. Tampoco era su familiar. Y las razones de la muerte de Ambelio aquel mismo día nunca se sabrán.