Si hay una sola cosa en la que el apóstol Juan tuvo razón fue en el tema del Apocalipsis. Sobre todo en uno: las siete trompetas. Seguro te acuerdas: según el buen Juancho, el caos apocalíptico empezó cuando siete angelitos tuvieron la genial idea de tocar siete trompetas. El sonido fue tan devastador, tan horrible y terrorífico, que la tierra tembló y cayeron relámpagos del cielo, los hombres y las mujeres movieron sus cuerpos hasta romperlos, y entonces empezó la destrucción del fin del mundo. Y mira si el Juancho estaba viendo el futuro: lo que el consen de Yisus vio entre sueños fue, estamos seguros, el surgimiento del reggaetón.

“¡A ella le encanta la ga-so-liii-na!”

Es decir, lo más valioso que tenemos en el mundo son los niños, ¿no? A menos eso dicen. Bien: una manera de saber que el mundo se está yendo directito a la casa de Juancho es cuando los niños se vuelven fans del reggaetón. Y, bueno, el notición de esta semana es que hay niños que no sólo son fans del reggaetón, sino que de grandes quieren ser reggaetoneros. No, en serio. Mira:

Más allá de que el movimiento de su cuello es hipnótico como fogata en campamento, y de que su moda la envidiaría el mismísimo Ali G, Adriansito, “Mini Daddy Yankee”, es la prueba más fehaciente de que el mundo se está yendo a la goma. Por lo menos América Latina. Y sí, vaya: hay represión terrible en Venezuela, Honduras está al borde de una guerra civil, pero si esta región se está yendo a casa de Juancho es porque hay padres que aplauden las suertes musicales de un gordito con ojos rasgados. Y no sólo los padres: este chamaco le ha abierto conciertos al propio Daddy, y es actualmente la sensación de Univisión (aprobada por Don Francisco, incluso). ¿Qué tiene qué hacer este niño contra los prodigios de la guitarra que se dan en el Japón, qué contra los niños cantores de Viena? Nada. O, por lo menos, esperemos que cuando crezca descubra que tiene también otros dotes.