Francisco Colmenero (la voz de Disney), Gwendolyne Flores (Bernardette, deThe Big Bang Theory) Mario Arvizu (Skipper) y José Antonio Macías (Leonardo DiCaprio en Titanic)>>

La experiencia es, en sí misma, desconcertante. Para sorprenderse basta estar frente a un rostro anónimo, el de una persona más o menos común pero cuya voz contiene decenas, cuando no, cientos de voces familiares, conocidas, cotidianas, entrañables.

Charlar con un actor de doblaje significa escuchar de pronto al ratón Mickey, al pato Donald o al ya fallecido Heath Ledger haciendo de Guasón. Incluso al mismo Supermán que regresó hace unos años, pero también a Papá Pitufo y a Bernadette, la pequeña mesera de The Big Bang Theory, algún juguete de Toy Story, a Leonardo Di Caprio sintiéndose el rey del mundo en la proa del Titanic o, incluso, la psicótica mente de un pingüino que busca dominar al mundo en la exitosa serie Madagascar. No vemos a una persona famosa, pero su voz despierta en nuestra memoria cientos de caras de estrellas de la pantalla. https://www.youtube.com/watch?v=BXplvBoTHVQ

Y todos ellos se divierten como enanos, se han vuelto amigos de tanto coincidir. Otra característica de los actores de doblaje son sus agendas repletas. Desde muy temprano y durante todo el día, recorren la Ciudad de México para cumplir con múltiples encargos: lo mismo para largometrajes de ficción o animación, videojuegos, discos educativos, series televisivas, comerciales de radio y televisión, juguetes y hasta audiolibros.

Sin embargo, este panorama en apariencia esplendoroso parece nublarse con una crisis:los costos más bajos en países competidores como Argentina, Venezuela o Chile; la moda reciente de incluir a estrellas afamadas, supliendo a los profesionales probados; los pagos que no han aumentado y que llegan con atrasos, y la rapidez cada vez mayor con la que se exige terminar los encargos.

Además, no todos cuidan la calidad que suele caracterizar el doblaje mexicano y los resultados ya no son uniformes. Hasta hace tres o cuatro décadas se exigía la licencia de locutor para trabajar en los medios electrónicos, grabar anuncios o doblar películas. Ahora ya no.

Si quieres leer el artículo completo, encuéntralo en la Chilango de octubre.