Tenemos la teoría de que en provincia se desesperan más con el tráfico porque es algo anormal para ellos. Siempre con el razonamiento de “ni que estuviéramos en el DF”, si un muchacho del interior se encuentra en un embotellamiento de inmediato se desespera y grita linduras, porque sencillamente no sabe cómo lidiar con eso (o bueno, sí sabe, pero eh, digamos que no).

Un chilango ya está resignado. Acepta su suerte de hacer dos horas de ida al trabajo y dos horas de regreso, así que aprovecha ese tiempo muerto en hacer cosas productivas. Pintarse las uñas y armar su álbum Panini son dos ejemplos.