¿Se acuerdan de cuando nos encerraron a cal y canto por el 2009 debido al H1N1 (o “la influencia AHLNL” como decía la brillantísima Maestra):

<a href="https://www.youtube.com/watch?v=IqdtMtu7Edo">https://www.youtube.com/watch?v=IqdtMtu7Edo</a>¿¿¿???

Los cines, los museos y los restoranes fueron cerrados (aunque podías pedir pa’ llevar). Hubo compras de pánico. Tres partidos de fut se jugaron a puertas cerradas. Cancelaron el concierto de los azotados de The Rasmus y también de Ha-Ash (aunque esas sí lo reprogramaron pa’ nuestra desgracia auditiva). Aquí, la chamaquiza tuvo vacaciones obligadas del 23 de abril hasta el 11 de mayo. Eso fue lo de menos, el mundo entero nos odiaba. Las autoridades en turno repartieron nomás seis millones de cubrebocas, y, literal, se lavaron las manos con gel antibacterial (el negocio del año).

Eso sí, hicieron una estatua de bronce, el “Niño cero” en Perote, inspirada en el primer paciente de la epidemia, que tiene una rana en su manita derecha “como símbolo de una de las plagas bíblicas”.

Y, ya que estamos recordando lo bonito qué es vivir, aprovechemos para hacer un viaje mágico cómico musical epidemiológico.

  1. Allá por los 1400 y cacho, hubo una epidemia de langostas. En 1453, inició una hambruna que asoló a la población durante tres años. Fue el año en que, como indican las crónicas, “todo se aconejó” (era el año uno-conejo). En 1450 se registró “un catarro pestilencial”, es decir, la primera influenza oficial.
  2. Cuando llegaron los gachupines, fue peor la cosa: llegó la epidemia de viruela que, en 1520, mató Cuitláhuac, el carnal de Moctezuma. Se estima que murieron 8 millones de personas, indígenas en su mayoría. En 1531 nos cayó el sarampión y, para 1545, protagonizamos una película de terror que mató a 80 mil personas con estos síntomas: “pujamiento con sangre y juntamente con calenturas, y era tanta la sangre, que les reventaba por las narices”. Es posible que esta fiebre hemorrágica fuera el cocoliztli, virus de origen incierto.
  3. Ese mentado cocolitzi apareció en 1554, ocasionando de 12 a 15 millones de decesos. Regresó en 1576, llevándose dos millones de muertos. ¿Dónde creen que se inició la epidemia? En Chilangolandia (luego se preguntan por qué nos odian). Fueron de las peores epidemias de la Nueva España.
  4. Se cree que para 1650, alrededor del 80% de la población había desaparecido debido a epidemias como el tifo o la viruela. Después de la recuperación demográfica, las pestes siguieron haciendo de las suyas debido a las condiciones poco salubres (aguas negras estancadas, nada nuevo). En 1695 se propagó lo que se cree que fue tifus o fiebre amarilla y nos arrebató a Sor Juana Inés de la Cruz.
  5. En 1833, el cólera tomó la vida de más de 19 mil personas. Los sacerdotes y las monjitas corrieron el chisme de que la enfermedad era un “castigo divino” con el propósito de asustar a la gente y echarle cizaña a los liberales en su primer intento por acabar con el poder de la Iglesia (y a todo esto, ¿en qué intento vamos?). El escritor Guillermo Prieto relató que el apocalipsis vivido en la ciudad de México: “calles silenciosas y desiertas en que resonaban a distancia los pasos precipitados de alguno que corría en pos de auxilio (…) los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares, la gente arrodillada con los brazos en cruz y derramando lágrimas… A gran distancia el chirrido lúgubre de carrozas funerarias, los panteones rebosaban de cadáveres.

Y, de pilón: Este cuatro de marzo conmemoramos la epidemia de tifus que, en 1906, provocó mil muertos. El tifus era de cajón y, aunque no lo crean, fue anterior a la llegada de los españoles. Hay registros de un tipo de tifus llamado matlazáhuatl, que quiere decir “pintas en forma de red”.

¿Cómo te (la) suena(s)? Esto de las epidemias ha sido desdenantes, que no nos salgan con cuentos.

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