El editor de Chilango, dándose a odiar de nuevo, revela algunos de los vicios de los cuasi-escritores con los que se topa a menudo.

El Felpas

La frase la he oído hasta el cansancio. El aspirante a escritor me dice, como si se tratara de una virtud de su persona: «Siempre me ha llamado la atención eso de escribir e incluso he escrito algunas cositas.»

Como procuro ser amable, cuido de no variar la expresión cándida de mi rostro mientras le respondo algo parecido a: «Claro, como a los seis años de edad se supone que ya sabías leer y escribir, la estadística indica que en todo este tiempo ya habrás escrito “algo”, ¿no?»

Con frecuencia eso basta para ahuyentar a los aspirantes a escritores, pero hay algunos más tenaces que me proponen temas más o menos aceptables que logran pasar el filtro de mi mal humor y de repente ya tengo el texto en mis manos. O bien, que se avientan como el borras y sin decir agua va, mandan un texto no solicitado. Estos son los esperpentos con los que suelo tropezarme.

(NOTA: Sí, ya sé, muchas de las cosas que aquí deploro aparecen de tanto en tanto publicadas en Chilango o en este portal web. Pero no es pecado soñar con un mundo perfecto…)