Realmente es una escuela con corazón, y su motor es Shelly, la directora, que mantiene las puertas de su oficina abiertas a los alumnos: se le acercan para pedirle un melox o a saludarla.  Su varita mágica es de Cristal y se apellida Ornelas. Juntas, con su equipo de maestros y terapeutas, han hecho de estas pequeñas instalaciones  una segunda casa para casi 70 chavos que aquí pasan la mitad de sus días. Reciben a los jóvenes que no podían adaptarse a la estructura del sistema regular y necesitaban una opción educativa para terminar la secundaria y la prepa. En un 80% son jóvenes con déficit de atención, y algunos otros tienen parálisis cerebral o déficit intelectual  y necesitan atención personalizada y asesorías  para poder pasar las materias, según el ritmo y las capacidades que cada uno tiene (y trabajan los 12 meses del año): de acuerdo al perfil se hacen adecuaciones curriculares y se puede tomar terapia individual. Como no hay una seriación estricta en las materias, es muy flexible. Hace tres años abrieron un programa para niños sordos. Hay un buen sistema de becas y tienen convenio con la SEP. Tienen certificación ISO 9001:2000 y 9001:2008.