Con sólo poner un pie en la casona de las Lomas, que ha sido adaptada a lo largo de 45 años, se siente un ambiente cálido (mientras recorría la escuela, varios niños saludaron con mucho cariño al director). Los salones son amplios, bien ventilados y con mucha luz natural. Los niños trabajan contentos y todo fluye en los distintos ambientes. El material y el mobiliario son Montessori, excepto para la hora diaria de inglés, en la que trabajan con libros de texto tradicionales. Cada ambiente cuenta con baño y una canasta con fruta fresca y semillas, además de agua, por si el lunch que trajeron no fue suficiente. La escuela se integra en un 40% con niños de capacidades diferentes. No se trata de darles a estos pequeños otro salón especial para ellos, sino de incorporarlos realmente al quehacer diario de toda la comunidad. Eso sí, sólo se les acepta cuando todos sus hermanos también van a entrar. Los papás son una pieza clave: su participación es obligada en los distintos comités para hacer material, favorecer una escuela verde, o fomentar la lectura. Tienen un buen programa de afterschool con clases de yoga, karate, ajedrez, teatro, creatividad y hasta un taller de emociones.