Los pequeños editores están convencidos de que hay un espacio para ellos y de que éste será cada vez más amplio. Buena prueba de ello son los sellos participantes en la 3ra edición de la Feria del Libro Independiente –la única de este tipo que existe en México– que se celebrará hasta el 7 de julio en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica (FCE), y a la que asisten casi todos los pequeños editores del país.

En esta ocasión la feria fue organizada por las editoriales Aldvs y Ediciones de Educación y Cultura, con el apoyo del Fondo de Cultura Económica. En el foro participan más de 65 casas editoriales que forman parte de la Alianza de Editoriales Mexicanas Independientes (AEMI).

Sus catálogos rigurosos –algunos más que otros–, la presentación elaborada y pasión por el oficio les unen y caracterizan. Comparten, desde su bautizo, un campo semántico que remite a lo marginal: Tumbona, Verso Destierro, Moho, Mangos de Hacha…Todas con catálogos alternativos, en todos los géneros: poesía, arte gráfico, plástica posmoderna, arte objeto (el libro mismo), teatro, libro infantil, novela, cuento, cine, filosofía y ciencias sociales. Contenidos dirigidos a lectores de todas las edades y gustos, pero más encauzado a un público disidente de la oferta comercial.

Editoriales como Almadía, Sexto Piso, Cal y Arena, Aldvs, son algunas que han logrado una trayectoria y visibilidad importantes y han sido decisivas para dar a conocer a nuevos creadores y sacar del olvido a autores que estaban en el abandono. Su secreto: el aparato de comercialización eficiente a través de grandes cadenas y librerías que hoy se ocupan del consumidor cultural promedio —y de su bolsillo, por supuesto.

El caso de Tumbona Ediciones destaca porque ha logrado mantener un perfil irreverente en sus contenidos editoriales que se enriquece con la colaboración de artistas audiovisuales que comulgan con este estilo. Para ellos, los géneros artísticos sólo sirven para vender con mayor facilidad sus títulos, cuya mayor característica es la poligamia con otras disciplinas.

Y aunque las palabras rentabilidad y solvencia no les gustan demasiado –podría decirse que hasta les da urticaria cuando las pronuncian–, las editoriales independientes están conscientes que para sobrevivir es necesario conseguir una buena comercialización. La mayoría opta por la venta directa desde la Web. Porque las redes sociales como Facebook, Twitter –coinciden los editores de Aldvus, Tumbona y Sexto Piso– se han vuelto un buen canal de promoción con los lectores en el que no tienen que invertir grandes cantidades de dinero.

La pregunta del millón, es ¿qué los diferencia de las otras editoriales? ¿Por qué se declaran independientes y de qué no dependen?

David & Goliat

La diferencia con las grandes grandes casas editoriales –de corporativos que manejan varias marcas y sellos editoriales, con tirajes muy grandes, como Random House Mondadori o Ediciones B– y las editoriales gubernamentales –que dependen del Estado y que fungen como difusoras de la cultura nacional, como Tierra Adentro– es que las independientes no responden a patrones comerciales establecidos –con una estructura de producción muy determinada– en el mercado ni a políticas de cultura, sino que se rigen más por los lineamientos estéticos y la valoración artística de los propios editores. Es decir, los editores son unos curadores sofisticados en busca de rarezas. Por eso sus libros son tan extraños y bonitos: sólo les interesa mostrar una obra valiosa, aunque sólo llegue a unos cuantos afortunados. En conclusión, las editoriales independientes son como los punketos de las letras: son rebeldes, marginales, arriesgados, rudos –muy cursis también– y se basan en el principio de Do It Yourself (hágalo usted mismo).

Sin embargo, no todas han logrado la independencia que la rentabilidad y la solvencia garantizan, por lo que sí dependen del dinero que son capaces de conseguir por sí mismaso a través de otros canales económicos. Muchas de estas editoriales con propuestas poderosas, como Bonobos, coeditan con el Estado, reciben becas y subsidios, pero eso no afecta su independencia editorial. Elegir un libro se sostiene, generalmente, en un punto de vista estético o literario.

Las políticas culturales del gobierno y las políticas culturales del medio corporativo –la iniciativa privada que llena los anaqueles de Sanborns, VIPs y otros centros de recreación cultural no Condechi– responden a patrones mercadológicos y políticos. O sirven para ser publicado porque “vas a vender muy bien”, o porque tu compadre es burócrata. O bien, porque eres correcto en los parámetros de selección. En ambos casos el autor está subordinado a las querencias que decidan los que ya lo contrataron. Empresas privadas como Random House Mondadori o Planeta se rigen por políticas culturales de grandes corporativos, estrictas para bien del escritor cuando se trata de mejorar la calidad literaria, en detrimento cuando sólo se responde a querencias de venta en anaquel. ¿Por qué? Bueno, porque se trata de negocios muy grandes, donde se invierte mucho dinero en cada publicación. Aquí, la marca le suma valor al autor. Pero tanto en la versión gubernamental como en la privada de grandes corporativos, el escritor es un obrero.

En las editoriales independientes, el autor es un aliado estratégico. Él suma valor al sello editorial con su nombre y con su obra y obtiene, a cambio, la garantía de una edición que se adapte materialmente a lo que el autor busca en su volumen.

“Somos independientes porque tenemos autonomía empresarial”, responde Cecilia Moreno Gamboa, subdirectora de Ediciones de Educación y Cultura. “Esa autonomía nos permite decidir nuestros planes editoriales. En los grandes grupos puede haber un editor independiente, pero sus planes tienen que ser aprobados por un departamento comercial”. “Los independientes podemos hacer libros estupendos sin guiarnos por la cuenta de resultados”, afirma Adriana Tafoya de Verso Destierro. Explicó que la editorial que representa se ha hecho un lugar apostando por autores desconocidos con una apuesta más libertaria.

Porque la apuesta de estos editores radica en el prestigio del cazatalentos: encontrar esas obras que después definan el rumbo en sus disciplinas artísticas. Ese es su sueño. Sin embargo, este sueño debe entender su realidad. El reto para una editorial independiente aún radica en obtener recursos suficientes para editar a sus escritores, darles la mayor difusión posible, obtener la mayor parte de ventas de esa obra y colocarse en el mercado con alto prestigio.

Porque su mayor virtud es que no editan ni crean prestigio para vender, sino que venden para editar y divulgan aquello que se merece el prestigio artístico. Y aunque les dé roña y un shock anafiláctico, tienen que asumir algo: son empresarios y, como dice Peter Drucker, las empresas sólo sirven para hacer mercadotecnia e innovar, y así lograr lo que dijimos antes: ser redituables (para que no salgan perdiendo dinero) y solventes (para tener recursos que les ayuden a seguir generando proyectos). Precisamente algo que han entendido perfectamente Aldvus, Sexto Piso y Almadía, hoy por hoy las mejores editoriales independientes de México.

Este tipo de encuentros busca la visibilidad de las editoriales, estar junto a otras marcas y que el público pueda ver los catálogos existentes. La supervivencia de esta feria también tiene que ver con la solidaridad del lector que pone de su parte para asistir a los foros de los rockers del mundo editorial.