Estupendo novelista, guionista de cine bastante bueno y un periodista que dejó escuela, eso. Pero también un dramaturgo que se aventuró por caminos no recorridos por los autores de teatro nacionales. Estos son cinco momentos de Vicente Leñero, escritor que se atrevió a experimentar en la escena.

1.El nacimiento de una pasión

Cuenta Leñero, en sus libro memorioso Vivir de teatro (Joaquín Mortiz, 1982): “Con mi hermano Luis jugaba a los títeres como jugar a los soldaditos de plomo, sin idea alguna de la composición dramática o de la mecánica teatral. Entonces llegaba mi padre:

-No, así no. Van a ver.

Sobre la cama matrimonial de su cuarto mi padre amontonaba almohadas y cojines para improvisar un escenario maravilloso. El Jorobado se convertía en Enrique Lagardere y el Narigón perdía su aire de monstruo cuando mi padre le prestaba su voz para hacerlo declamar…”.

2. Los monjes de Freud

En 1962, algo ocurría en el monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección (Cuernavaca); además de los aires de renovación de la liturgia católica: misa en español, de frente a los feligreses, eso que pasa hoy pero era novedad en los 60. Los monjes de aquella comunidad además se psicoanalizaban. El escándalo: la confesión ya no era suficiente para vivir pleno como católico.

Vicente Leñero, en ese momento un joven con ganas de escribir teatro, concibe a partir de ese suceso su obra Pueblo rechazado, donde por vez primera aplica las estrategias del teatro político de Bertolt Brecht para contar la polémica historia de unos religiosos freudianos.

El incipiente dramaturgo repite el escándalo, pero en el teatro Xola: “La temporada de Pueblo rechazado fue un éxito de público. Colas en las taquillas. Llenos. Comentarios polémicos…”, narra Leñero en el libro citado.

3. Mirar por la cerradura

Después de transitar por el teatro documental, como le gustaba llamar a esa vertiente de drama político que escribió por años (Los albañiles, Compañero y El juicio son obras sobresalientes de esa época), Leñero descubrió la técnica dramatúrgica de un británico perturbador.Daniel Rodríguez Barrón,novelista y dramaturgo como el mismo Vicente, recuerdacuando en 1989se encontró como maestro al escritor:“Ya era el dramaturgo que había hecho suyo, antes que nadie, el lenguaje de un -casi desconocido, en aquél entonces- Harold Pinter…”

Pinter proponía una suerte de teatro que fuera como asomarse a una cerradura por unos minutos: no sabíamos quiénes eran esos que hablaban de temas al azar; no conocíamos más de ellos que esa “rebanada” de cotidianidad.

De esta manera, se escribían textos inquietantes, misteriosos y profundamente poéticos. Leñero le aprendió los trucos y escribió una obra sugerente y poco apreciada: La visita del ángel, un acto de voyeurismo hacia la vida de dos viejos y su nieta en un momento tenso.

4. Pelear por la vida

A Leñero le gustaba experimentar. Fue eso también: un gran experimentador en casi todos los lenguajes literarios.

¡Pelearán diez rounds! fue uno de esos experimentos de hiperrealidad pinteriana que resultaron un hito de la escena mexicana. En el Teatro Wilberto Cantón de la SOGEM, en 1985 Leñero radicalizó “sus dramas” y aliado con José el Perro Estrada estrenó aquella obra que requirió un estudio de televisión, un cuadrilátero de proporciones realistas y un verdadero boxeador –Pipino Cuevas– para contar la historia de Bobby Terán, en la lucha por ganar un título, el respeto del manager y rescatar su relación de pareja. El box se convertía en metáfora de la lucha vital.

Más radical, en los 90 estrenó Nadie sabe nada en el Teatro el Galeón del Centro Cultural del Bosque; dirigida por Luis de Tavira en una escenografía de unos 20 metros de largo que representaba una calle de la Ciudad de México y en la que toda la trama sucedía de manera simultánea. Ya no era una rebanada de vida; era una “rebanada de urbe”.

5. Enorme

Leñero, enorme y ambicioso como pocos dramaturgos mexicanos; nunca se casó con la fórmula que le funcionó. Allí están sus textos en prueba. Los espectadores de teatro ya lo extrañábamos porque se retiró de la dramaturgia hace años. Lo vamos a extrañar todavía más.

¿Qué otros datos sobre el Leñero dramaturgo conoces?

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