¿Ya quieres una selfie en la recámara de Van Gogh en Bellas Artes?

Además de ver el cuadro original, literalmente será recreada la habitación de Van Gogh en Bellas Artes. En la Sala Nacional del museo del Palacio experimentarás por un momento qué se siente estar dentro de una de las obras más bellas e importantes del impresionismo.

Desde ya podemos anticipar que la materialización de esta famosa pintura será el fondo más usado en las selfies que verás en redes sociales por estos días y todo gracias a esta nueva exposición para la que se consiguieron préstamos de museos como El Prado, el Chicago Art Institute, la National Gallery de Londres y del Museo de Orsay entre otros, por lo que… sí, pueden imaginar el calibre de las obras.

van gogh en bellas artes

Foto: Alejandra Jarillo

Si irás a ver obras de Van Gogh en Bellas Artes, no te pierdas Loving Vincent

Tendremos en la Sala Nacional La deposición de Cristo (1550), de Tintoretto; Martirio di Santa Giustina (1570-1575), de Veronese; Cabeza de Cristo (ca. 1600) de El Greco; Interior de un harem en Oran (ca. 1847), de Delacroix; Retrato de hombre en armadura (ca. 1530) de Tiziano; Isabella Brandt 1599-1641, de Rubens; Retrato del rey Charles Louis, (ca. 1637) de Antoon Van Dyck.

Además de las joyas de casa, como los Villalpando o los Zubarán, entre alrededor de 100 obras donde las varias tonalidades del rojo mexicano son las protagonistas.

Antecedentes prehispánicos

Un insecto producido por el nopal, del que los aztecas extraían ácido de un rojo intenso para pintar las plumas de sus penachos, se convertiría en símbolo de poder de reyes y delirio de los artistas en la Europa del siglo XVI. El intenso carmesí de la grana cochinilla era un tono nunca antes visto en el viejo continente, así que se volvió un color codiciado y el segundo producto, después de la plata, más importado a Europa.

Dicen que fue Tintoretto quien usó por primera vez la grana en un cuadro, ese color de sangre que sólo lo usaban los tintoreros para teñir las ropas de la nobleza fue llevado por el pintor italiano al arte, matiz que llegaría a los cuadros de Renoir, Matisse y Van Gogh, no sin antes pasar por Rubens, Van Dyck o El Greco.

Un producto mexicano que, incluso, llegó hasta Asia, y que se puede apreciar en los ukiyo-e (pinturas del mundo flotante) o estampas japonesas. El Museo del Palacio de Bellas Artes quiere revalorar la tradición prehispánica de la grana cochinilla, resaltando el simbolismo pictórico de la también llamada «sangre de nopal» y, para darle su justa importancia, Georges Roque, el curador (especialista en teoría del color), nos contó que esta muestra se lleva cocinando casi tres años y este fuego lento –como todo manjar– anuncia un buen banquete.

Una ardua labor traer tizianos, van goghs o turners

Fue en 2014 que se iniciaron las labores para lograr esta exposición; primero se requirió de mucha investigación para llegar a su conceptualización, esta vez no sólo a través de la visión del historiador del arte: fueron necesarios análisis científicos para detectar la presencia del pigmento (por parte del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, que cuenta con laboratorios de luz o químicos para su análisis) y poderla ubicar en los distintos periodos (en este caso, del virreinato al siglo XIX).

Se necesitaron también especialistas en teoría del color, para complementar la selección precisa de obras. Y, después, la parte más complicada: la negociación de préstamo de piezas con otros museos. «Para el préstamo de obras internacionales se requiere, por regla, la solicitud previa de un año. Es necesario que el museo solicitante reúna las condiciones de exhibición, que pueda cubrir los requerimientos económicos (de traslados, comisarios, fee) a través de suficiencia presupuestal», nos cuenta Arturo López, subdirector de exhibiciones del Museo del Palacio de Bellas Artes.

La capacidad institucional para acoger obras de autores considerados invaluables requiere que el director del museo, en este caso, Miguel Fernández Félix, cuente con buena reputación al frente del recinto, y de una ardua labor institucional: «la negociación de director a director es vital, su conocimiento previo en persona facilita el préstamo», agrega López.

Gracias a que el Museo del Palacio de Bellas Artes superó las pruebas (y cumplió al 100% las cláusulas de los contratos que se emiten para estos casos, que incluyen hasta la temperatura de las salas) es que podemos ver La deposición de Cristo (1550), de Tintoretto, la pieza más difícil de negociar de esta muestra, pero una de las más importantes para comprender el arribo de la grana cochinilla a Europa: en su afán por reproducir de la manera más fidedigna el color de la vestimenta de sus retratados, el artista italiano llevó la grana cochinilla al lienzo (pues sabía que con ese tinte se teñían las ropas de la nobleza), descubriendo así su potencial, que abarcó tres centurias, hasta que los colores sintéticos en tubo la desplazaron.

La grana cochinilla (dactylopius coccus) es un insecto parásito del nopal, del cual se extrae ácido cármico –rojo carmín–. Una práctica del México prehispánico que se expandió a todo el mundo, primero para el teñido de ropa; después, como uno de los pigmentos más apreciados en el mundo del arte.

Tintoretto, El Greco, Tiziano, Velázquez, Renoir y Matisse son sólo algunos de los creadores que lo usaron religiosamente en sus obras.

Vincent Van Gogh en Bellas Artes y su encuentro con la grana cochinilla

Van Gogh México

La habitación de Van Gogh en Arles. Foto: Cortesía

Coleccionista de estampas japonesas y admirador de Rubens y de Anthony Van Dyck, el también artista holandés indagó de dónde provenía ese rojo intenso que predominaba en sus cuadros y estampas; así dio con la grana cochinilla.

Fue en el puerto de Amberes donde los comerciantes llegaban con los productos de América para su venta y donde Van Gogh la adquirió por primera vez. En esta exposición podemos apreciarla en una de sus obras más icónicas, La habitación de Van Gogh en Arles (1888), y ahora recrearán la habitación de Van Gogh en Bellas Artes.

Rojo mexicano

Dónde: Museo del Palacio de Bellas Artes

Cuándo: mar-dom 10-18 h, del 10 de noviembre de 2017 al 4 de febrero de 2018

Costo: $60 y los domingos es gratis