Entre todo lo publicado en la ciudad sobre la exposición “Una carta siempre llega a su destino”, de Jill Magid en el MUAC (de la que forma parte el célebre anillo con un diamante hecho con parte de las cenizas del arquitecto Luis Barragán) poco ha habido que aluda a la práctica de la artista –más allá de idear esa estrategia de intercambio del anillo con The Proposal–. La polémica nos ha arrebatado la posibilidad de ver en perspectiva el trabajo de Magid y poder extender la reflexión –personal, por principio– sobre el proyecto Los Archivos Barragán y permitirnos descubrir, a los espectadores críticos interesados, el trabajo de una artista poco banal.

Con el proyecto multimedia Los Archivos Barragán, la artista Jill Magid exploró el legado del arquitecto entre 2013 y 2016, periodo en el que desarrolló una serie de relaciones personales, gubernamentales, corporativas a partir de la posesión, la localización y la disponibilidad de los archivos, vínculos que se asoman en las diversas cartas que forman parte de la exposición.

Antes del trabajo relacionado con Barragán, los proyectos de Magid ya exploraban las tensiones emotivas, filosóficas y legales entre el individuo y las instituciones que pretenden ejercer el rol de protectoras –agencias de inteligencia, operadoras de cámaras de circuito cerrado, la policía–. Con los Archivos Barragán, Magid entró a lo que descubrió y describió como un nuevo territorio de poder privatizado. «Quería entender lo que significa que el legado de un artista sea controlado por una corporación», cuenta en la entrevista con Nikolaus Hirsch y Hesse McGraw incluida en el libro The Proposal (Sternberg Press).

En la expo puede verse una serie de registros y objetos que consignan no sólo la práctica performática de Magid –habitualmente ligada de manera íntima a su experiencia vital–, sino su hallazgo de múltiples puntos de tensión entre lo judicial y lo psicológico, la autoría y la propiedad, o los derechos internacionales de propiedad y el copyright.

Habrá que poner atención a la manera en que Magid decidió mostrar y revisitar el trabajo de Barragán en sus distintas piezas, porque con frecuencia descubriremos en ellas que no sólo juegan con los límites de lo legal, sino que amplifican, como vistos a través de una lupa, los mecanismos de control detrás del legado artístico, la manera en que es manipulado, la forma en que se accede a él y su mutabilidad, siempre dependiente de todos los actores involucrados.

MUAC, Insurgentes Sur 3000, Centro Cultural Universitario, Coyoacán, mié, vie y dom 10-18 h, jue y sáb 10-20 h, mié y dom $40, jue-sáb $20, hasta el 10 de octubre