Exit Through the Gift Shop es un juego de especulaciones, divertidísimo, hecho película. Nominada al Oscar como mejor documental, dirigida aparentemente por el artista que aquí nombramos sin nombrar, nos lleva de la mano a una serie de asombros sobre si lo que estamos viendo es real o no lo es. (Claro que no lo es, no hay que ser ingenuos, aunque quepa la duda).

Más allá de lo que ocurre en pantalla, de lo narrado en sí, vuelve Banksy a las mismas: en pantalla miramos dos horas de trucos alrededor de su verdadera identidad. Es un ejercicio inteligente, mitificante, que hace hasta a sus detractores partícipes de su juego. Vía Hollywood, Banksy ha llevado su anonimato a las grandes ligas de la publicidad. He made it. Nominado al Oscar. El ególatra ha vencido.

32957Banksy y la hora de la verdad

Banksy y la hora de la verdad (Banksy)

Pero el problema viene cuando el mito se desgasta. Así como el "fenómeno", el "mito" necesita de novedad. Si Banksy nos entrega su verdadero nombre y apellido, pierde toda popularidad. Si nunca revela su misterio, llegará el día en que los changos vestidos de astronauta y las bombas molotov convertidas en flores dejen de ser interesantes (si es que alguna vez lo fueron).

En la Academia hollywoodense están aterrados porque aparezca en la ceremonia de premios. No deberían de estarlo: cualquier acto realizado por Banksy va a tener el mismo impacto histórico que aquel encuerado que corrió detrás de David Niven en pantalla. Así de efímero, así de divertido, así de intrascendente.

Eso pasa cuando la apuesta por la creación de un mito no está del todo bien pensada. Aunque tal vez Banksy me demuestre lo contrario.