Después de Incendios y La pequeña habitación al final de la escalera, “la mejor actriz de México” regresa a la escena con un texto clásico: La voz humana, de Jean Cocteau, bajo la dirección de Antonio Castro en el Teatro Orientación, del Centro Cultural del Bosque.


¿Qué se siente ser la mejor actriz de teatro en México?

(Risas) Me siento muy valorada, muy privilegiada, muy agradecida. Bueno, también han ido creciendo las demandas a mis esfuerzos como actriz.

A pesar de tener una gran carrera, éste es tu primer monólogo, ¿cómo te sientes?

No es mi primer monólogo porque hace como diez años o más, escribí un texto junto con José Antonio Cordero que se llamó Instrucciones para Volar y a mí por pudor, no me gustaba llamarlo monólogo; le decía “espectáculo unipersonal”.

Ahora estoy muy entusiasmada, sí me asusta, pero ya descubrí que nunca se está verdaderamente solo en escena: si haces bien las cosas, siempre hay alguien con quien convivir allí arriba.

Antonio Castro y tú han hecho modificaciones en el texto de Cocteau para darle una vuelta, ¿en qué consiste esa adaptación del original?

Es una propuesta mía que concretó Tony Castro, porque la adaptación del texto es suya. Cuando me llamaron para hacer la obra, en ese momento dije que sí: es un texto que cuando se estrenó, era francamente vanguardista. Me parece una extraordinaria disección de la persona que sufre por la ruptura amorosa.

Pero había algo en el personaje que me pareció excesivo, una resignación dulce frente a la pérdida amorosa. Entonces le propuse a Tony que, incluso para resaltar más esta característica, contrastáramos para así traer ese texto de los años 30 al siglo XXI. Ahora es un texto que está atravesado por otras fuerzas que incluyen la indignación, la mentira, el ridículo o el enojo. Para mí, como actriz, es más interesante de explorar y espero que más divertido para la gente.

¿Entonces su propuesta de La voz humana es un acercamiento al desamor pero también una rebelión contra el desamor?

Así es, porque me gusta arriesgar. Eso lo aprendí de uno de mis grandes maestros, Ludwik Margules: tener pantalones para arriesgarse. Y es que sí creo que dramáticamente el texto se conserva en muy buen estado, pero ideológicamente le pasó el tiempo encima.

Entonces, lo que lo tratamos de hacer es darle una oportunidad a este personaje: en vez de que muera por la ruptura, celebrará el amor en el momento que se acaba.

Creo que eso hace más actual la obra, pero ya lo dirá el público cuando la vea.

¿Cómo es el reto actoral de La Voz Humana, cuál es el reto para Karina?

Mi reto, creo, es la convivencia de dos tonos, porque estamos por un lado, respetando la línea bastante sentimentalizada del original de Cocteau, pero le agregamos momentos de ironía y hasta de ridículo. Transitar de uno a otro tono, va a ser mi gran reto haciéndolo sola en escena.

Has trabajado con grandes directores como Ludwik Margules y Hugo Arrevillaga, ¿cómo ha sido trabajar con Antonio Castro?

-De entrada, divertido. Y agradecida de que pueda haber diálogo con él. Porque me doy cuenta de que a lo mejor algún día me voy a meter en un problema: no soy una actriz que se caracterice por la obediencia.