Juan Villoro es reconocido por sus gustos y pasiones tanto por el rock como por el futbol. En una charla que tuvimos con él en el Colegio Nacional, cómodamente sentados en la hermosa biblioteca, nos habló al respecto.

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El futbol y el rock son dos temas que están girando en tu universo particular, muy asociados, por cierto, a la adolescencia física y emocional de varios de los personajes que aparecen en tus cuentos y novelas…

De rock escribo pero de una manera tangencial. Como tema me interesa recuperar el espíritu rocanrolero, me interesan las tramas de la contracultura. Mi novela más reciente, Arrecife, tiene como protagonistas a dos personas que estuvieron en un grupo de rock en México, inventado por mí, que se llama Los Extraditables, y que mucho tiempo después se reencuentran y tratan de recuperar este espíritu contracultural, creando atracciones para un turismo extremo en la Riviera Maya.

Hace poco participé en Desde Berlín, una obra de teatro de creación colectiva que se estrenó en España, sobre el disco Berlín de Lou Reed. En la literatura infantil tengo este personaje, el profesor Zíper, que es un gran aficionado al rock y ayuda a un grupo que se llama Nube Líquida. Y ahora estoy en una serie de conciertos-lectura con música de Diego Herrera del grupo Caifanes y con otros rockeros. Entonces digamos que el espíritu rocanrolero como tema aparece mucho en lo que hago. Lo que pasa es que no me considero una autoridad como crítico de rock.

“No me considero una autoridad como crítico de rock”.

He hecho entrevistas con algunas figuras y de pronto he escrito al respecto. Tengo una hija de 16 años muy rockera que me pasa muchos tips, pero voy a troche y moche: oigo un poco de todo. Dejé de ser un integrista del rock. Durante muchos años lo único que oí fue rock y de cierto tipo, y ahora pues oigo música muy variada. Entonces es una aproximación muy diferente a la que tengo con el futbol porque ahí sí yo sigo fanáticamente las ligas.

Por cierto, ¿cómo sigue tu vena futbolera?

No puedo dejar de estar al tanto de la Bundesliga, de la serie A en Italia, de la Premier Ligue en Inglaterra, de la Liga de las Estrellas en España y, tristemente, de la Liga Mexicana. Ahí sí estoy inmerso en el fanatismo, es algo que no me ha abandonado. Nunca he escrito como un técnico del futbol o como un historiador del deporte, sino que más bien soy un aficionado a la afición. Lo que me gusta es por qué la gente se congrega en los estadios, por qué delega tanto de sus pasiones en el juego, y lo que me gusta sobre todo es retratar esta aproximación emocional al deporte, que es la mía propia. En ambos casos, rock y futbol, lo que me ha interesado más es cómo una forma de representar la realidad, transforma los hábitos, las emociones y el pensamiento de la gente.

No puedo dejar de estar al tanto […],tristemente, de la Liga Mexicana.Ahí sí estoy inmerso en el fanatismo”

La gente que no te ha visto en público desconoce que eres un orador impecable. Uno de tus libros es precisamente un monólogo teatral que se llama Conferencia bajo la lluvia, donde abordas tu relación con la palabra hablada. ¿Cuál es tu secreto?

(Risas) No, no hay secreto porque es muy difícil hablar en público. La primera vez que yo hablé en público fue en una mesa donde todos estábamos muy nerviosos, éramos jóvenes escritores y al final sólo hubo una pregunta del público, que constaba de unas 12 personas. Una señora nos preguntó “oigan, ¿siempre hablan tan rápido?”. Y, efectivamente, nos atropellábamos por nervios.

Creo que es difícil pensar que alguien es un orador infalible. Siempre está el fantasma de que, de pronto, cuando estás haciendo una frase, vas a desembocar en algo que no pensabas decir y que sin embargo dijiste, guiado por la dinámica del idioma o, peor aún, por tu inconsciente. El famoso lapsus freudiano que de pronto te lleva a decir algo que es revelador de tu intimidad o de algo que no quieres confesar.

Conferencia bajo la lluvia se basa en ese miedo que yo creo que el más curtido de los conferencistas no deja de tener, así como el torero no deja de tener miedo ante el toro: perder, sin aviso alguno, el hilo del discurso. Y no sólo eso, sino pasar a otro tipo de discurso, mucho más comprometedor, que es el de la confesión personal. De pronto decir: “Oye, yo estoy hablando en público y empecé a decir unas cosas que no le he dicho ni a mi mujer, ni a mi madre, ni a nadie”. De esa forma delirante de trasvasar un lenguaje hecho para el público, que es la conferencia, a otro lenguaje, hecho para la intimidad, que es la confesión, está hecha esta Conferencia bajo la lluvia, que tiene mucho que ver con mis neurosis como conferencista. La verdad, a mí me gusta mucho dar conferencias, pero, entre otras cosas, por el temor de fallar en ellas.

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