Un tema permea Las reputaciones (Alfaguara), la más reciente novela del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973): la responsabilidad de los opinadores y su capacidad para modelar la imagen y reputación de otra persona.

El personaje principal en esta novela corta, en la que el ganador del Premio Alfaguara 2011 se propuso contar el mayor número de cosas en el menor espacio posible, es un caricaturista en la cima de su carrera, Javier Mallarino, una leyenda viviente que recibe un homenaje de carácter nacional en honor de su carrera.

“Entonces –dice Juan Gabriel Vásquez– la estructura acabó siendo este aparato muy contenido de tres días en el cual tenía que contar más o menos el auge y caída de Javier Mallarino desde lo más alto, porque la novela empieza con el momento de su mayor éxito, como casi la conciencia moral del país, y se va desmoronando esa relación con su oficio hasta llegar al final. Quería contar eso en muy pocas páginas y encima hacer una reflexión sobre la memoria, sobre nuestra relación con nuestra memoria privada”.

De hecho, la memoria es una de las obsesiones del autor colombiano. Los informantes, Historia secreta de Costaguana y El ruido de las cosas al caer, sus novelas anteriores, tienen a la memoria como parte de su trama, pero, explica Vásquez, “la memoria se abría al final hacia lo histórico; es decir, los personajes acababan indagando en un momento del pasado colectivo de Colombia”.

Pero Las reputaciones tiene una variante: “hay una reflexión sobre la manera como nuestro pasado personal puede modificar todo lo que creemos invulnerable de nuestra experiencia. Y eso es algo un poco de lo que le sucede a los personajes”.

En su homenaje, el caricaturista Mallarino es abordado por una supuesta periodista, Samanta Leal, a la que le concede una entrevista un día después en su casa. Por más que se esfuerza por fingir, Mallarino se da cuenta que algo esconde. Y es cuando dan una vuelta por su estudio que ella revela su intención de ir ahí: recordó haber estado en esa casa 28 años atrás, siendo una niña, y quiere averiguar qué ocurrió.

“El personaje se fue desarrollando como una indagación personal en la memoria infantil. En la novela se repite varias veces la idea de que, cuando somos niños, los adultos pueden moldear nuestra vida y casi que evitarla, borrar ciertas cosas exitosamente. En esa medida somos una creación de otros. Es algo que siempre me ha inquietado profundamente. Así que Samanta Leal y Mallarino están unidos por ese misterio que pasó 28 años atrás. Esa figura de dos personas, un hombre mayor y una mujer mucho más joven, tratando juntos de averiguar la verdad de algo que pasó mucho tiempo atrás me resultó muy seductora”.

Pero Las reputaciones significó varios retos técnicos para Vásquez. El lenguaje fue uno de ellos. “Está mucho más cargado, mucho más lleno de metáforas, de imágenes, que lo que he tratado de hacer en otras novelas. Es una manera de responder al reto de estar narrando toda la novela a través del punto de vista de alguien que no trata con palabras en su vida, sino con dibujos. En algún momento me planteé la posibilidad de incluir los dibujos de Mallarino hechos por algún caricaturista amigo mío. Pero decidí que el reto era mayor y mucho más interesante si intentaba describir las caricaturas ficticias de Mallarino, y eso también transforma el lenguaje de la novela”.

Uno de los temas principales de Las reputaciones es la vulnerabilidad de nuestra imagen pública. “Esa importancia que le damos en el mundo moderno a nuestra imagen se ha vuelto para mí algo muy interesante; dedicamos mucho tiempo, mucha energía, a moldear la imagen que los demás tienen de nosotros. Hemos llegado a otrogar mucho poder a quienes pueden llegar a modificar esa imagen. De hecho, la novela fue escrita en un mundo donde todos los días recibimos la noticia de una niña que se suicida en un pueblo perdido de Estados Unidos porque salieron a las redes sociales unas fotos comprometedoras. Existe una gran cantidad de posibilidades impredecibles en el mundo moderno para arruinar la vida de alguien”.

Vásquez tiene la esperanza de sus libros hagan preguntas “más o menos interesantes, preguntas que a alguien le resulten importantes. Desde luego a mí me sirven para hacer intentos más o menos honestos y más o menos en profundidad, más o ménos intensos, por entender cosas que no entiendo y que me resultan oscuras o misteriosas. Todas las novelas que he escrito van por ahí: parten de algo que no entiendo. Y la novela es ese intento por echar un poco de luz sobre eso. Aunque parecería difíci que eso fuera a pasar. Me conformaría con que las novelas lograran que los lectores vean algo nuevo, algo distinto de esa cosa tan complicada que llamamos la condición humana”.