Así surgió la idea de pintar la Capilla Sixtina en CDMX

En 1999, Miguel recibió una propuesta inesperada, pero tentadora, de su cuate Jorge Aguilar para que se fueran juntos de viaje a Europa. «No, ¿cómo crees? –respondió– ¡Es muchísimo dinero!». El hijo de Jorge le pidió que, por favor, acompañara a su papá, y le ofreció pagar la mitad del viaje. Así sí le salían las cuentas a Miguel. Pidió prestado por aquí y por allá, rompió el cochinito y reunió lo necesario para cruzar el Atlántico por primera vez en su vida. Así empieza la historia de la Capilla Sixtina en CDMX.

Por allá se pasearon muy a gusto a lo largo de un mes. Una de las paradas obligatorias fue la Capilla Sixtina, en el Vaticano. Además de quedar fascinado ante la gran pintura, Miguel notó que la construcción tenía un tamaño muy similar al de la bóveda de la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ubicada en su barrio, la colonia Moctezuma. Ahí, entonces, nació una alocada idea: ¿y si él, con ese talento para las artes visuales que «Dios le había otorgado», hacía una reproducción de la obra de Miguel Ángel? ¿Y si pintara la Capilla Sixtina en CDMX?

A su regreso corroboró que las dimensiones eran casi exactas, la diferencia es de apenas 80 centímetros. Se dio cuenta de que iba a ser difícil pintar el techo directamente, así que decidió dividir la composición en cuadritos, pintar cada uno de los lienzos y, una vez listos, montarlos en las alturas.

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Los inicios de la Capilla Sixtina en CDMX, en el 2000, fueron complicados; nunca había hecho piezas tan grandes. Tampoco sabía cómo pegar las enormes telas en el techo. Aunque recibió asesoría de especialistas y compró el pegamento más finolis, nomás no lo lograba. ¡Ya tenía encima el evento de inauguración, al que iba a asistir el entonces cardenal, Norberto Rivera! Tres días antes del deadline que él mismo se puso, en el 2006, soñó la solución: Resistol 5000. ¡El ingenio del mexicano al rescate!

Cuando instaló los primeros lienzos de la Capilla Sixtina en CDMX, se encontró con algunos parroquianos indignados: «¡Cómo vamos a tener pinturas de personas desnudas dentro de la iglesia!»; pero poco a poco, los feligreses se familiarizaron con el proyecto y lo aceptaron. A lo largo de estos 18 años, Miguel ha dado pláticas sobre historia del arte y le ha contagiado su entusiasmo por los maestros renacentistas a sus vecinos moctezumenses. Dice que está muy orgulloso de haber traído un pedacito de Europa al barrio donde lleva viviendo más de cuatro décadas.

La Capilla Sixtina en CDMX

Foto: Leonardo Pérez

Chilango polímata

Don Miguel estudió diseño gráfico. Como era buenazo y disciplinado, luego luego le dieron chamba en un despacho de arquitectos. Sin embargo, sus habilidades no se limitan a lo visual. También es ducho en la escultura y la literatura, otra de sus pasiones. «Escribo cuento corto, mi gran influencia es Juan Rulfo –platica–. Tengo historias sobre la ciudad, el campo, la provincia, y uno sobre los mayas que plantea una teoría a su desaparición». Ya encarrerado y tras hacer la modestia a un lado, revela ser bueno para la cocina, que tiene excelente sazón y que ha organizado talleres ahí mismo en la iglesia, donde al final rifa todo el material entre los asistentes.

Lo que sí le gusta presumir es un reconocimiento de la ONU por haber aportado material gráfico para una campaña de la UNICEF. Ahí nomás. Por si fuera poco, confiesa que tiene un invento para acabar con el problema de la contaminación. Ha mandado el proyecto a Naciones Unidas un par de veces, pero no lo han pelado. «Se los regalo –dice–. ¡Sólo quisiera que funcionara por el bien de la humanidad!». Ahora que tenga tiempo libre, lo va a volver a intentar. En una de esas salva al planeta.

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La Capilla Sixtina en CDMX

Foto: Leonardo Pérez

Pintor imparable

Miguel creyó que elaborar su versión de la Capilla Sixtina le tomaría un sexenio. La cifra se multiplicó por tres y ¡ahora sí ya quedó! Dieciocho años, siete caídas e incontables litros de pintura después, está listo para montar los últimos cuatro lienzos en el techo de la parroquia y, al fin, dar por terminado este ambicioso proyecto. «Yo digo que esta es obra de Dios. Yo nada más hice lo que tenía que hacer».

Le encantaría que viniera el Papa a ver su creación; aunque para él «todos son importantes, sin distinción». Le da mucha satisfacción y orgullo ver a turistas, a la prensa nacional e internacional y a estudiantes de todas las edades interesados en la obra en la que dejó tanto sacrificio y esfuerzo.

Su próximo plan es pintar una representación de Los Cuatro Evangelistas en la cúpula del Santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos –mejor conocido como «La San- juanita»–, en la colonia 20 de Noviembre, también en la delegación Venustiano Carranza. Es uno de sus muchos proyectos. A sus 72 años, este chilango tiene mucha energía e ideas que compartir.

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