«Última llamada para pasajeros del vuelo 4502 con destino a Tijuana». Es la tercera vez que tomo esa ruta y como niña pequeña, me emociono como si fuera la primera. Poco más de cuatro horas me separan del mágico Valle de Guadalupe, en Baja California.

De Tijuana a Ensenada transcurre una hora y media aproximadamente. Es de noche, así que nos perdemos la carretera enmarcada por la costa, pero es buen momento para descansar.

Antes de llegar al hotel, hacemos una parada en Malva. Restaurante dirigido por Roberto Alcocer. Un chilango que se enamoró de Ensenada y decidió mudar sus cuchillos al noroeste del país. Mientras tomamos asiento, podemos ver el movimiento de la cocina abierta. El menú que nos sirven nos da una probadita de las bondades de este lugar: ostiones, atún, borrego, pato y una tostada de pescado ahumado que nos hace suspirar. Todo acompañado por vinos que el chef elabora. La vida es buena.

Restaurante Malva

Foto: Diana Féito

Pasamos la noche en un hotel cercano a Ensenada. El gastado mobiliario del lugar revela su antiguedad, pero así son la mayoría de hospedajes en la ciudad. La parte buena: nos arrulla el sonido de las olas rompiendo en las rocas.

Vino, comida y el mar de fondo

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El reloj apenas marca las 11:00 y nos dirigimos a Decantos Vinícola. Una de las pocas bodegas en el Valle que utiliza la gravedad en el proceso de vinificación. Y porque en algún lugar del mundo son las 5:00 de la tarde, tenemos una pequeña cata de vinos. La mayoría son caldos muy jóvenes, pero nunca había probado uno de maceración carbónica. Un vino que, a diferencia de los tradicionales, se fermenta con el racimo completo de la uva.

Monte Xanic

Foto: Diana Féito

La segunda misión es conocer los vinos de Monte Xanic. No es uno de los viñedos más antiguos, pero sí uno de los más bonitos. Esta bodega es famosa por su fiestas de vendimia que ocurren año con año a principios de agosto. Durante el recorrido, aprendemos sobre el proceso de vinificación, seguido de una cata —donde podemos bebernos las enseñanzas—.

Bruma Valle de Guadalupe

Foto: Diana Féito

Nos toma media hora trasladarnos a la bodega Bruma, donde nos espera una comida en el nuevo restaurante Fauna. Apenas llegamos y nos recibe un imponente árbol. Guiados por el aroma a leña, caminamos hacia el local. Nos acomodamos en una larga mesa para disfrutar la experiencia culinaria. Con un caldo frío de espárragos con algas y chia, se inaugura el banquete. Seguido de un taco de abulón frito, un sorprendente repollo tatemado con salsa de lechón y chilhuacle; y un pato al horno. Un pato tan jugoso que logró arrancar suspiros en cada uno de los comensales.

Restaurante Fauna

Foto: Diana Féito

Antes que el sol se esconda detrás del horizonte marítimo, llegamos al mirador de Cuatro Cuatros. No sé si sea el atardecer, la música, el mar o todas las anteriores, pero me resultó sencillo enamorarme de nuevo de este lugar. Conforme la luz se atenua, se termina la botella de vino. Es momento de cambiar la copa por un tenedor.

Mirador Cuatro Cuatros

Foto: Diana Féito

Finca Altozano es la última parada del recorrido. Mientras tomamos asiento en sus campestres mesas sentimos la brisa nocturna. El restaurante es al aire libre. Javier Plascencia es el chef de este afamado local, pero ese día no está en casa. De igual forma comemos delicioso. Chicharrón de curvina, pulpo a las brasas, pollo al ladrillo y rib eye; cada ingrediente que llega al plato proviene de su granja y huerto. Así es la comida en el Valle.

Finca Altozano

Foto: Diana Féito

Terminamos el día llenos de momentos, sonrisas y un estómago más que satisfecho. Volvemos al hotel para descansar, pues a muy temprana hora tomaremos el vuelo de regreso a la ciudad. Bastaron 24 horas para volver a enamorarme de Valle de Guadalupe. Tal vez sea su comida, sus vinos, sus cervezas artesanales o los incomparables paisajes de los que eres testigo en el recorrido. Lo cierto es que una vez que pones un pie en este sitio, descubrirás la magia en él y harás todo lo posible por quedarte (aunque sea un día más).

Bodega Monte Xanic

Foto: Diana Féito

Cómo llegar

Toma la ruta Ciudad de México-Tijuana y renta un automóvil en el aeropuerto para trasladarte a Ensenada o Valle de Guadalupe. Existe una opción llamada uberVALLE que puedes solicitar desde la aplicación de Uber. Si tu viaje inicia en Tijuana la tarifa es de $807 e incluye el viaje redondo y tres horas de traslados en el Valle. Ya que si quieres extender el tiempo de estancia, suma $200 por hora.

Por un trayecto de cinco horas en el Valle, pagarás un aproximado de $1,807. En caso de que te encuentres en Ensenada, la tarifa se reduce a $500, más las horas extras. Así no tendrás que preocuparte por probar todos los vinos que quieras.

Para hospedarte

El Hotel Coral Marina es una buena alternativa para alojarte en Ensenada. Se encuentra en la entrada de la ciudad, así que estarás unos minutos más cerca del Valle. Además cuenta con habitaciones con vista al mar. Habitaciones desde $3,814.22 pesos por noche.

Bruma en Valle de Guadalupe

Foto: Diana Féito