El amor a Zacapu se apoya en: 1) La reverencia a sus magistrales cazos, donde se fríe todas las noches la materia (son piezas de artesanía compradas en mero Santa Clara del Cobre, Michoacán), 2) el respeto que infunde la dueña Ofelia Nares, cuyos padres fundaron la taquería hace cinco décadas. «Aquí no se venden vísceras, nuestra gente es de paladar fino», afirma la matrona y 3) el intenso sabor de su achicalada, es decir, la pedacería que va quedando al fondo del cazo, donde se reconcentra el poder y la sal.