Nuestros padres aún cazaban mamuts para llevarlos a las cavernas cuando Yug ya había abierto sus puertas, ofreciendo una opción alimentaria menos hostil y más segura.

Desde 1963 este lugar ha creado una cultura vegetariana que dejado impronta en la piel de la ciudad: comida hecha con vegetales, con frescura y mucho tacto personal, tanto, que aún ahora, los mismos meseros que vieron crecer el lugar, también vieron crecer a sus clientes.

La fachada sigue conservando el mismo estilo que hace 40 años y la atmósfera pareciera estar detenida en el tiempo, por eso, no sólo es un rincón vegetariano, también es una máquina del tiempo que complace la vista de los comensales más nostálgicos.

Pero dejémonos de sentimentalismos. Aquí el fuerte son las ensaladas, no sólo por sus ingredientes si no porque lo hacen con una filosofía tal, que hasta en el sabor se siente. La más rica del menú es sin duda la mixta especial: lechuga, berros, cebolla, apio, jitomate, pimiento, huevo cocido, aceitunas, queso y rábanos. Una delicia que tiene 58 calorías apenas.

Ahora si quieres algo más sustancioso, puedes comer un pastel azteca: de tortilla, relleno de flor de calabaza, bañado en salsa verde y gratinado, servido con frijoles refritos. No todo en el menú es vegetariano así nadie queda excluido del lugar. Para beber, no puedes perderte el Taj Mahal: vino blanco y tinto, jugo de manzana y jengibre, ideal para bajar la comida.

Conclusión: si quieres comer rico, sano y sabroso. Este lugar te está esperando desde la época de tus padres.