Esta tradicional cantina familiar mantiene su carácter auténtico a pesar de estar en el mero centro de los restaurantes de “fusión” que abundan en los alrededores de Avenida Michoacán. Si bien algunos días es tomado por asalto por “hipsters”, modernitos y modelitos en su papel retro-cool, lo mismo te encuentras a tu papá echando el dominó con sus cuates. Yo un día me encontré ahí sentado a John Malkovich cuando estuvo rolando por la Condesa.

A pesar del lamentable color amarillo de las paredes, los acabados tipo baño y la terrible luz blanca de neón, el lugar tiene una atmósfera muy agradable que se disfruta mucho con los cuates. El servicio está a cargo de meseros profesionales y muy eficientes. A quienes les gusta el panbol parecen disfrutarlo mucho en las múltiples pantallas.

El muy extenso y completo menú de cocina yucateca y del sureste abarca prácticamente de todo lo que puede uno esperar en una cantina a la carta. Este lugar es uno de los santuarios de la ciudad para los fans de la cochinita pibil en todas sus presentaciones. Obviamente tienen también papadzules, relleno negro, pavo, queso relleno y todos los típicos platillos yucatecos llenos de Xs, Ks y Hs. Hay también un buen chamorro y gran variedad de pescados, mariscos, arroces, caldos, sopas, ensaladas y una nutrida lista de postres.

El platito de bienvenida con chicharrones de carrito recién hechos y bien grasosos son irresistibles con limón y Valentina.

Los tragos te los sirven rápido y como se debe. El lugar es perfecto para curarse la cruda en sábados y domingos desde la 1:00 pm con unos tacos cachondos o unos panuchos de cochinita. Bien puede ser una de las mejores inversiones de tu presupuesto de calorías y grasas poliinsaturadas.