En el corazón de Homero, este restaurante-cantina da la bienvenida, entre semana, a encorbatados que llegan a instalarse en mesas kilométricas para pedir cervezas y cubas sin parar; grupos de señoras entradas en los cuarenta, muy arregladas, que llegan a pedir tequilas derechos y margaritas; amigos todos con muchas ganas de enfiestarse. Los fines de semana es otra cosa. El ambiente es más familiar y es común ver gringos y más extranjeros buscando una “loca” experiencia de sabores, sin importarles –al menos en ese momento– la revancha de Moctezuma.

El lugar está forrado con dichos y rimas que adornan las paredes y que sirven para entretener a los comensales mientras comen unos crujientes totopos de tortilla gruesa, nada grasos, que sopean en salsa verde o roja, mientras le dan sus tragos a una margarita de jamaica. Si se antojó, ten cuidado de pedir la margarita grande: esa textura de nieve de jamaica con sutil sabor a tequila se puede convertir en un caldo al estilo raspado con granadina de la calle en minutos.

El mesero sugiere tres platillos típicos y con dimensiones que permiten guardar espacio para el postre. Para empezar, unos tacos de guachinango al pastor con muy poquito jardincito –es decir, cilantro, cebolla y piña– para no matar el suave y dulce adobo del pescado. En segundo lugar una sopa de tortilla con un caldo espeso, poco condimentado y acompañado en forma muy sencilla con los mismos totopos de la botana, además de queso panela cortado en cubitos. Como plato fuerte, la sugerencia es un chile poblano relleno de queso de cabra con salsa de frijol y aguacate. La verdad son muchos sabores para un mismo platillo, sobre todo porque el queso de cabra apaga el sabor del frijol y del aguacate. Tal vez convenga que al final le des una embarradita de estos ingredientes a una tortilla para poder disfrutar su sabor.

Si aún te queda espacio puedes terminar con un pastel de elote, que no está nada seco –no es de los que se te quedan atorados en la garganta– y viene servido con un chorrito de rompope para darle un toque dulce sin empalagar, para que tu paladar no sufra cambios bruscos entre lo salado y lo dulce. Pero si lo que quieres es empalagarte, puedes acompañar tu postre con un anís o algún otro digestivo dulce.

El resto se lo dejamos a una grabación de mariachi, que cada rato canta las mañanitas para hacerle fiesta a todos los cumpleañeros que se encuentren ahí ese día.

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No es la mejor comida mexicana, pero es recomendable para que te vayas con tus cuates una vez a la quincena a agarrar la jarra. Si vas con tus compañeros de trabajo puedes criticar al jefe y hasta sentirte Pepe Aguilar después de unas cuantas Margaritas.