Lo diferente a su casa matriz es el ánimo joven y relajado, con una pequeña terraza que da hacia una de las fuentes de la plaza. El aire ahí sopla fresco y se antoja, para empezar ligero.

La botana que los ha hecho famosos es el perejil frito con trocitos de tocino. El mesero querrá retirar siempre los restos del plato, a regañadientes de todo el que conozca su rico sabor, pues es un plato que con tortillas recién hechas y la salsa roja de chile de árbol —picosita— se disfruta hasta la última hojita.

Para iniciar contundente, una sopa de tomate cherry; cremosa, con sabor a queso de cabra y un ligero dejo agridulce. Lo que sigue es casi una golosina: el rico pato al comino. La carne es jugosa, en término perfecto y aunque la proporción asusta de entrada, es tan rico que de pronto, simplemente, se acaba. El medio pato viene deshuesado.

Los postres son ricos, aunque el final perfecto es la tabla de queso; sobre todo si el vino es un mexicanísimo JC Bravo (Ensenada, Baja California), de uva carignan. Es un gran vino que no se encuentra por lo general en las cartas de restaurantes pero, sobre todo que, anima por su precio accesible.