Algo tienen los lugares acogedores que nos hacen sentir en casa; no sabemos si un japonés se sentirá en casa -porque no hablamos japonés-, pero la calidez de este restaurante y decoración parecen de izakaya –o sea, fonda nipona. Tranquilo, hay sillas para no sentarte en el suelo.

Sin embargo, si la decoración es fiel a un izakaya, la comida es más fiel al sabor original que Hachiko a su dueño. Prueba el unagi, no sabe a la tropicalización de otros sushis, sabe a que saben cómo hacerlo con amor.

Para empezar, una sopa miso, el caldito que te calienta y la sazón que te va a encantar. El ramen es como abrazar a tu hambre y decirle: “Tranquila, yo me encargo, te puedes ir.” Y se va a ir para dejarte con una sonrisa en la cara. A muchos les gusta pedir el curry de cerdo empanizado y la sopa udon porque a muchos les gusta comer bien.

La relación precio-calidad es mejor de la que hay cuando compras pilas en el metro. De igual forma, tienen paquetes que incluyen sopa y ensalada para todos los indecisos.