Para entender de dónde viene el nombre de Salacia hay que remontarnos a la mitología romana, ella es la diosa del mar y esposa de Neptuno, y el hilo conductor hacia la cocina de Italia de este lugar. Keko Demichelis, reconocido diseñador de modas, renunció a las pasarelas para transformar las tijeras en cuchillos y con ello cumplir su sueño de abrir un restaurante que le rindiera homenaje a sus raíces tanas.

Instalado en una de las avenidas más bulliciosas de la capital, Salacia presenta una decoración simple pero confortable. El edificio que alberga el lugar vio sus mejores años décadas atrás, y lo único que queda es su piso cuadriculado. Luces tenues y mesas de madera reciclada forman parte del discreto interiorismo que busca darle protagonismo a la comida.

Aquí los ingredientes del mar juegan un papel fundamental. La carta tiene platillos tradicionales con una que otra licencia creativa, como los camarones con morcilla o el marlin ahumado con melón. Las pastas son hechas en casa, y la mayoría de los vegetales provienen del huerto de Keko; sí, espera preparaciones frescas y orgánicas.

Hay que seguir las tradiciones italianas e iniciar la comida con un aperitivo, su Aperol Spritz te caerá perfecto. Si la idea es hacer una parada rápida, el cicchetti es la alternativa: se trata de una versión italiana de las tapas españolas que se pueden disfrutar en la barra. Elige entre el pulpo con patatas y olivas o el prosciutto y pantomate. En caso de llegar con hambre, comienza con los calamares rellenos de flor de calabaza con salsa nero di sepia, o sea, tinta de calamar. Seguido por alguna de sus pastas, el risotto funghi porcini recuerda los sabores montañosos de Piamonte, o en caso de ser fan del pulpo, hay uno a la plancha acompañado con risotto al limón que deja comensales contentos y platos limpios.

Deja espacio para alguno de sus postres, la panna cotta al romero con coulis y frutos rojos satisface el antojo de un paladar no tan dulce. De otra forma, la tarta de limoncello puede ser la siguiente opción.