La primera vez que visité Raviolo fue durante una cena de reconciliación. De entrada, pedimos un Portobello con queso azul: el sabor terroso del portobello no opacó el sabor del queso, porque, a diferencia de otros lugares, aquí si lavaron bien el portobello y no quedó ese resquicio a tierra ácida tan desagradable.

Para el plato fuerte, pedimos la especialidad de la casa: ravioles en cuatro quesos. El mesero te lo sirve bañado en un océano de queso parmesano y para la gente como yo, nunca es suficiente parmesano. Así que te ponen el recipiente de quesito recién rallado en la mesa.

Pedimos un descorche vino blanco afrutado que le cayó bastante bien a lo que pidió mi compañero: ravioles de espinaca, queso y nuez. Es que si vas a un restaurante llamado Raviolo, no pedirás otra cosa que no sean ravioles. Aunque las pizzas, crujientes y bien despachadas, no les quedan nada mal. De hecho, es lo que más venden el fin de semana.

Aunado a eso, la atmósfera es impresionantemente romántica, y no exageramos: terraza con jardín colgante, iluminación tenue y los fines de semana, los trovadores Tato Henríquez y Mario Choper, llenan de notas el ambiente que rápidamente se llena de parejas enamoradas.

De verdad, de toda la oferta gastronómica que hay en el centro de Tlalpan, está está en mi top 3: buenas raciones, comida muy rica, un chef atento que atiende personalmente a sus comensales y muy buenos precios hacen de Raviolo el lugar indispensable para llevar a tu pareja.