Como dijo Jesús: dejad que el chocolate venga a mí. Bueno, en realidad Jesús nunca dijo eso, pero bien vale la pena la blasfemia por los chocolates de Que Bo!. Son muchos, muchos, muchos y según Dante, hay un infierno para los golosos amantes del chocolate (nos vemos ahí).

La cuestión es esta: pasas un día por el Centro Histórico y de pronto sientes un peligroso bajón de azúcar. Preocupado por tu salud, caminas hasta Isabel la catolica y entras a la pequeña réplica de una hacienda cacaotera llamada Que Bo! y pides una “degustación” consistente en una bebida de cacao, chapata y bombones por $ 280.

Acto seguido, pides una rica chapata de jamón elaborada con granos de cacao, acompañada de queso Oaxaca. Para beber, escoges un chocolate de entre la variedad que existe (Chiapas, Ciudad de México, Tabasco y Oaxaca) que te será servida en una linda jarrita de peltre.

Como sabes que esos desórdenes hipoglucémicos están presentes en tu familia, decides comprarles una serie de curiosos bombones que parecen joyas sacadas de Tiffany´s: naranja con sal de gusano, pan de muerto, mole, mezcal, miel con romero. La mirada atenta del maestro chocolatero José Ramón Castillo te estará cuidando durante toda tu estancia a través de los retratos que hay en el lugar.

Ya con tu cajita de chocolates en mano decides irte no sin antes asegurarte de probar un bombón gigante “quiero ser grande”. Cuando necesites tu dosis habitual de chocolate, ve a Que Bo!. Es como el cielo, pero mejor.