Todos sabemos que la versión en español de “O sole mio” es “pozole mío”. Y es que este platillo es tan rico y diverso, que debería de existir una ópera completa para honrarlo. En Flor de Maíz conservan la receta tradicional con un poquito de corazón chilango. 

Para abrir apetito, un cuarteto de chalupitas guerrerenses o un trío de chalupitas poblanas. En seguida, pídete un pozole blanco o verde. Dependiendo del hambre que traigas puedes escoger mini, chico, grande y súper cazuela. También los hay para todos los gustos: maciza, surtida y pollo. De viernes a domingo manejan el de camarón —y no te estamos albureando—. El norteño: rojo con pancita, también se encuentra entre las opciones del menú.

Si esta delicia mexicana no está dentro de tus favoritos, elige entre las ricas enchiladas o los clásicos chilaquiles. En la carta encuentras sopes y quesadillas. El sope de bistec y la súper quesadilla de tinga son un imperdible. Entre los pozoleros asiduos del lugar, la tostada de pata es de las favoritas. No lleves a tus amigos veganos porque aquí no hay nada sin carne.

Para bajarse el comidón, el agua de jamaica, horchata o de fruta de temporada son tus cómplices. Y si eres mayor de edad, una cerveza bien fría. Si quieres algo dulce para terminar el banquete, la jericalla cumplirá la tarea.

Tal vez la pozolería no es la más espaciosa ni la más lujosa; pero con un poco de actitud y su sazón, se convierte en un espacio acogedor y familiar. Definitivamente, merecedora de una segunda vuelta.