Está ubicado en la frontera de la Escandón y la Condesa (un tip: entra por la calle de Minería). Es un restaurante con apariencia de “changarro” de buen ver. De entrada se percibe una excelente atención de parte del servicio. Procurando cada detalle, los meseros recomiendan los platillos que destacan del menú. La cocina está a la vista, así la clientela puede ser testigo de la impecable limpieza del lugar. Dan la bienvenida a los comensales con un caldo de camarón servido en un jarrito, va sazonado a la perfección con un toque picante: la solución para todo crudo. La orden de pescadillas a $54 da para calmar el antojo, son un poco grasosas pero tienen sabor casero. Dos platillos protagonizan el lugar: la mariscada ($137) y las ostiones rockefeller ($97). El primero lleva todo tipo de mariscos en un jugo de naranja que hace a este platillo un exquisito manjar, va acompañado de queso fundido, nopales y tortillitas. El segundo, va preparado con espinacas, salsa inglesa y queso manchego gratinado. El lugar ideal para el desayuno dominguero.