Por Mariana Camacho

Con la brecha que abrieron los cocineros españoles (de la talla de Adriá o Arzak) se produjo una revolución. Luego, la espinita de trabajar nuevas técnicas de cocina se reprodujo como esporas en el aire entre los jóvenes chefs; los de México no fueron la excepción. De ahí que en lugares como el Ouest, a cargo del joven chef Pablo Peñalosa, el concepto de cocina esté regido por una experimentación, en donde lo protagónico no son tanto los productos como las técnicas y presentaciones. Una apuesta que en los dos menús de degustación que tiene el restaurante se manifiesta con un éxtio inconstante.

En el menú "Alegoría", por ejemplo, está incluida una crema ligera de almejas (servida en una impecable vajilla blanca, en un plato que podría pasar por diseño de Phillipe Starck) en el que se hace presente y palpable no sólo el sabor sino los aromas del producto.

Lamentablemente, en el mismo menú hay inconstancias como la ensalada de manzana en gelatina, con nuez y mezcla de lechugas. Lo que aquí ocurre es que los elementos están disociados y no se logra una mezcla ni de sabores, ni de texturas.

Para irse a la segura: recomendamos los platos que sugieren largos procesos de cocción como el cochinillo o el pato.

Algo que sí hay que reconocerles es el esfuerzo por mantener en la carta de vinos, precios accesibles de etiquetas nacionales.

El servicio es eficiente y bastante personalizado. Sólo basta con que aterricen mejor sus propuestas y no dejen que los platos se vuelvan pretenciosos.