En este lugar nunca ha habido una gran preocupación por ofrecer comida sofisticada. Más bien, ofrecen platillos conocidos que a la gente suele gustarle. Tal como los chilaquiles, si se trata del desayuno; o un corazón de filete para comer (relleno de queso de cabra y bañado en salsa pasilla, relleno de roquefort), que dejará satisfecho hasta al más exigente.

La especialidad de la casa es el pan, principalmente las conchas. Aunque cada quien tiene sus favoritas, hay que decir que estas están, entre las más ricas de la ciudad. Estos clásicos de Matisse son especialmente deliciosos si se acompañan con un chocolate caliente o un enorme latte especial.

Y sí: muchos las han tratado de imitar, pero nadie ha logrado igualarlas. En gran medida por la calidad de los ingredientes y sus magníficas porciones. No son baratas, ciertamente, pero los que saben pagan esos 26 pesos por pieza sin chistar y hasta se pelean por ellas en el mostrador de la planta baja.

Pero más allá de las conchas, también son muy buenos los pasteles con almendras, envoltorios, cuernitos y otros panes, que terminan siendo adictivos para todo buen comedor de pan.

Sea la hora que sea, Matisse suele ser un excelente punto de reunión por su buena comida, sus postres y su rico café.