Aunque el nombre Masaccio tiene la intención de rendir un homenaje a un pintor del Renacimiento: Tommaso di Giovanni Cassai, no esperes encontrar alguna referencia a su obra. La decoración rústica del nuevo Masaccio está limitada a unos cuantos cuadros con el mapa de Italia y unas fotos de vinos. Quizás no han tenido tiempo todavía de dedicarse a la decoración.

El dueño de Masaccio está siempre presente, pero la bienvenida que te da es fría como el lugar mismo. Antes puedes pasar a la tienda gourmet que está abajo y comprarte la botella de vino que desees beber en tu comida a precio de tienda, lo que es un buen detalle que alcanza a compensar un poco la fría bienvenida. Ahí, en la tienda, sabrán recomendarte el vino correspondiente a lo que vayas a comer. En su cava cuentan con 150 etiquetas, en donde predominan los vinos italianos a buenos precios.

Arriba, en el restaurante, el ambiente es tranquilo. Predominan los hombres de negocios. El servicio bueno, aunque no muy rápido, ya que la pasta y la pizza se preparan al instante, por lo que de antemano piden paciencia a los comensales.

Al ver el horno de piedra te dan ganas de probar sus pizzas. Una buena opción es la de prosciutto con hongos. Aunque tiene una masa un poco espesa, es crujiente y de muy buen sabor, salvo por los jitomates, que son demasiado amargos. Otra posibilidad es la bresaola, que tiene queso de cabra y viene en un corte tan fino que le da frescura, además de estar muy bien condimentada con aceite de trufa, lo que le da un aroma delicioso y ligero. La que es un poco decepcionante es la timballa di zite a la siciliana. Aunque la salsa de jitomate con crema y albahaca tiene un rico sabor, la gran cantidad de pasta, demasiado cocida y enrollada en una fina capa de berenjena no resulta tan interesante.

La especialidad de Masaccio es su colección muy completa de marcas de grappa, aguardiente italiano que se sirve muy frío. Definitivamente no puedes ir sin terminar con una buena grappa.